CEMENTERIO TECNOLÓGICO EN LA MEMORIA.
Laura García de la Fuente.
El artista Daniel Canogar (Madrid, 1964) nos presenta una de sus exposiciones en la galería Max Estrella llamada "Small Data", en la que ha diseñado un conjunto de obras a través de las cuales aborda la corta vida de los dispositivos electrónicos. En el espacio de la sala, una serie de teléfonos móviles, impresoras, pantallas, discos duros y otras máquinas reciben proyecciones cenitales que parecen devolverles la vida, sugiriendo así una metáfora acerca de la pérdida de la memoria y la identidad en el mundo actual. Nos muestra las tecnologías que en su día usábamos constantemente y que ahora están muertas y olvidadas debido a la introducción de nuevas tecnologías más renovadas. Lo que el artista quiere dar a ver al espectador con ésto es hacerle recordar como cosas con las que convivía en su vida día a día ahora ni las tiene mente ya que han sido sustituidas por otras que se pueden considerar "mejores".
La exposición comienza con una placa en la que se proyecta un video con una serie de piezas inertes de tecnologías que van pasando de unas manos a otras como haciendo un intento de volver a darlas vida.
En la siguiente placa encontramos distribuidas desordenadamente unas teclas de ordenador en la que se van proyectando las letras descolocadas en un primer momento pero que poco a poco van en busca de su tecla asociada y finalmente se reordenan cada letra con su tecla correspondiente. Lo que el artista quiere hacer con esto es revivir las teclas, lo que en su día fueron una herramienta para la escritura mediante la proyección de frases que recuerda aquella literatura.
También aparece una consola de la que van saliendo los personajes que participan en el juego integrado en ella y se va provocando una aglomeración de ellos como si quisieran salir de aquella consola haciendo símbolo de una cárcel ya olvidada por lo que ellos también han sido olvidados.
Posteriormente aparecen aparatos electrónicos como impresora que continúa su función ajena a su falta de componentes, una montaña de piezas electrónicas ya inertes de donde salen miles de personas serpenteando hasta que desaparecen, una calculadora con una abalancha de cifras y así sucesivamente.
Gracias a esto, Daniel Canogar nos hace ver que el ayer ha quedado obsoleto por lo que le siguen todas estas cosas que estaban tan presentes en nuestra vida diaria y que ahora solo son recuerdo, pero este recuerdo nos hace comprender lo importante que han sido estas cosas para poder llegar a otras que hoy en día son base de nuestra vida. Aunque también tiene su parte negativa ya que todos esos elementos electrónicos han llegado a ser un completo cementerio debido a nosotros, por esa aptitud consumista que adoptamos constantemente y que la sociedad nos permite, elaborando para nosotros productos nuevos que nos hacen querer dejar atrás unas cosas para poner una inmensa atención en otras.
jueves, 6 de noviembre de 2014
Antiguas y nuevas tecnologias
Eva de la Rosa Gil
La exposición que hemos visitado esta semana se titula
“small data” del autor Daniel Canogar nacido en Madrid en 1964 y Como artista
visual trabaja con fotografía, video e instalación. A comienzos de la década
del 1980 realizó sus primeras exposiciones, aunque su primera exposición individual fue en
1985 en la Galería Aele de Madrid, además sus trabajos se han expuesto en el
Museo de Arte Contemporáneo Reina Sofía, Madrid; el Palacio de Velázquez,
Madrid; bitforms Gallery, Nueva York; Museo de Historia Natural, Nueva York.
Daniel Canogar también ha escrito un libro en 1992, titulado
“Ciudades efímeras” donde analiza las exposiciones universales donde se mezcla
la tecnología, dejando ver el hermoso espectáculo que allí se produce.
El eje central de la mayoría de las obras de Daniel Canogar pasa por la fotografía, empleando diversos
soportes translúcidos como los cables de fibra óptica o el metacrilato, dándole
forma así a sus instalaciones, con una gran creatividad plástica.
Esta exposición presenta una serie de 9 dispositivos electrónicos
que reciben proyecciones desde arriba. Los dispositivos electrónicos utilizados
en la exposición son objetos que se han quedado obsoletos para el tiempo en el que vivimos como teléfonos móviles
antiguos, teclas de ordenadores antiguos, mandos de televisión, calculadoras
antiguas, discos duros, teclas de consolas . Creo
que Canogar quiere mostrarnos cómo pasa el tiempo y objetos que hace 10 años eran de última
generación ahora se han quedado atrasados para nosotros y ya no se usan. Las
proyecciones que se hacen sobre estos nueve dispositivos hacen que parezca que
dichos objetos están en funcionamiento y que parezcan mucho más actuales de lo
que de verdad son.
Desde mi punto de vista creo que Daniel Canogar combinando
estos objetos con las proyecciones quiere unir en sus obras lo antiguo u
obsoleto y las nuevas tecnologías como las proyecciones. También creo que
quiere que nos demos cuenta de que esos objetos a lo largo de su vida útil han
compartido muchas cosas y momentos con nosotros incluso en algunos casos se
convierten en depositarios de nuestros recuerdos y herramientas de comunicación
con el mundo exterior y que cuando desechamos estos dispositivos que nos
acompañan durante un largo o corto tiempo estamos tirando a la basura una parte
de nosotros mismos. Creo que muestra los objetos que componen su obra como si
fueran reliquias del pasado, como si fueran fosiles.
Para mostrar este paso del tiempo en una de sus obras
expuestas se ven distintos dispositivos móviles desde los más antiguos hasta
los más modernos, incluso algunos de ellos ni siquiera están sino que están proyectados
y eso les da un sentido más moderno a la obra. Con las proyecciones parece que
el teléfono se enciende, que vibra…Además algunos dispositivos tienen luces incorporadas.
Otra obra que muestra perfectamente esa unión entre lo antiguo y lo nuevo es
una en la que se proyectaba sobre la tabla un videojuego y usaba las teclas de
la consola integrándola en las proyecciones y combinando estas dos cosas en su obra.
Al igual que en la anterior obra en esta combina la proyección de una impresora
y los componentes de está dando la impresión de que es real.
En conclusión la exposición de Daniel Canogar “Small Data”
combina lo antiguo y lo actual, al igual, que quiere que reflexionemos sobre el
paso del tiempo y lo rápido que cambian y evolucionan estas tecnologías y como influyen en nuestro día a día.
¡Si las paredes hablasen!
¡Si las paredes hablasen!
Carlos Fernández del Moral
Daniel
Canogar – “Small Data”
Hay ciertos momentos en la vida
que te hacen ser consciente del frenético ritmo al que vivimos y de la
velocidad a la que se producen los cambios a
nuestro alrededor. Cambios que, aun siendo importantes, se nos “meten”
en la vida, casi sin darnos cuenta. Esta es la sensación que uno tiene cuando
visita la exposición “Small Data” de Daniel Canogar (Madrid 1964) en la galería
Max Estrella.
A través de las trece obras realizadas
con material electrónico de desecho, que van recorriendo los distintos ámbitos
de nuestra cotidianidad, el trabajo, el juego, la comunicación, el
entretenimiento o el estudio; se nos hacen presentes dos cosas, por un lado el
corto ciclo de obsolescencia de estos devices
y por otro la integración de la tecnología en nuestro mundo personal.
Lo que ayer vivimos como una necesidad vital, tal o cual tipo de
teléfono o tal o cual gadget; hoy lo
vemos rescatado del desguace y superado por otros elementos que tenemos,
actualmente, en nuestros bolsillos o en
nuestra casa. Reconocemos en ellos algo cercano y próximo en el tiempo pero, a
la vez, algo lejano y superado. Hay un aforismo tecnológico, basado en algo
llamado Ley de Moore, que sentencia que “la
potencia de una generación
tecnológica duplica a la de la anterior y se produce en la mitad del tiempo que
lo hizo en la generación previa” prediciendo un crecimiento exponencial de
potencia difícil de mantener sin algún cambio tecnológico de mayor entidad.
En cuanto al segundo punto, hemos vivido en los último 25 o 30 años
una vulgarización de la tecnología que abandonó el ámbito científico y
profesional (empresas) para generalizarse a nivel individual y que ha producido
unos cambios sociales sólo comparable al que se produjo en el mundo de las
ideas con la invención de la imprenta.
Que ha llevado a que nuestro mundo cambie de manera definitiva a lo que
se ha dado en llamar “mundo virtual”, trascendiendo lo físico, a través de las
extensiones tecnológicas del yo y que permite que habitemos en un mundo mixto
donde nuestras ideas, acciones, relaciones, casas y hasta nosotros mismos,
tenemos una suerte de divina ubicuidad. Y
al estilo de la mencionada ley de Moore el porcentaje de virtualidad en nuestro
mundo viene creciendo de forma exponencial en las dos últimas décadas.
Canogar nos recuerda, en sus montajes, la parte de nosotros que hay en
interior de estos “ladrillos virtuales” con los que construimos nuestro mundo y
nuestra intimidad, nuestras cartas escritas, las conversaciones habladas, los
estudios realizados o los juegos que nos entretuvieron; y que aún perduran, a
modo de lejano eco, en ellos.
Por eso, al retirar esos elementos de nuestra vida, habrá que ser
conscientes que en este nuevo mundo las paredes sí que pueden hablar y no sólo hablar, también graban, fotografían escuchan
y recuerdan; por eso ya nunca más
estaremos/estamos en la benéfica soledad.
Máquinas Nostalgicas Sofía Mañero
MÁQUINAS NOSTÁLGICAS
Sofía Mañero Cerutti
Daniel Canogar, en su exposición titulada Small Data, reflexiona sobre la breve
vida que actualmente tienen los objetos electrónicos. En efecto él ha recuperado
algunos dispositivos electrónicos, todos ellos rotos e incapaces de funcionar
por sí mismos, que han sido desechados probablemente por su antigüedad. La
intención del artista para con estos
dispositivos ha sido la de intentar devolverles la antigua vida que tuvieron. Para
conseguirlo se ha servido de varias proyecciones, que se encuentran justo
encima de estos objetos y que por lo tanto proyectan sus imágenes sobre ellos. Este
hecho es esencial para comprender la exposición, porque gracias a estas
proyecciones, los dispositivos electrónicos, ya obsoletos, adquieren una interesante sensación de
movimiento; de alguna manera recuperan
las funciones para las que han sido concebidos.
La imagen se convierte en la protagonista de la exposición,
ya que ayuda a identificar todos estos objetos y, al mismo tiempo, nos invita a
reflexionar sobre la vida y la muerte de la tecnología, del gran espacio que
tiene en nuestras vidas y del importante tiempo que les dedicamos. Puede que no
nos demos cuenta, pero la atención que le damos a los objetos tecnológicos es
realmente grande, más grande que nunca, aunque no creo que el artista intente
criticar este hecho. Simplemente él lo hace notar, nos muestra unos objetos que
han ocupado de lleno nuestras vidas y que, de alguna manera, merecen ser
recordados. Lo efímero de la tecnología, su corta vida y su rápida evolución,
nos asusta. ¿O quizás nos emociona? Sea como sea, la tecnología se desarrolla,
y no podemos hacer otra cosa más que seguir esa evolución.
Para resaltar este
concepto, las imágenes proyectadas no recuerdan únicamente la función que les
dimos a esos objetos, sino que nos los muestran en funcionamiento. La
calculadora vuelve a calcular hasta tal punto que las ecuaciones matemáticas se
acumulan en la mesa, creando una especie de cacofonía matemática; los mandos a
distancia funcionan de tal modo que da la sensación de que casi se pelean entre
ellos mediante rayos láser; las ranuras del disco duro son rellenadas por
líneas iluminadas, que son tan intensas que hasta salen del mismo objeto y se
desarrollan fuera de él; los videojuegos vuelven a funcionar así como los
teléfonos móviles vuelven a interactuar entre ellos.
Y sin embargo, como ya se ha dicho, no son los objetos los
que funcionan. Ellos siguen tan rotos como en el momento en el que fueron
desechados. Es la imagen, que actúa en forma de proyecciones, la que se ocupa
de que estos objetos cobren vida, una vida frágil y efímera. De alguna manera,
una simple epifanía, que ayuda e invita a recordar. No se trata de otra cosa
que de imágenes generadas desde la luz, que recuerdan a objetos creados para
hacer eso mismo y que, paradójicamente, ya no pueden hacerlo. Un claro ejemplo
lo da aquella obra titulada Break, donde
el protagonismo pasa a unos brazos, que interactúan con los distintos aparatos
que se presentan como tabletas o consolas. Es importante notar lo curioso de
aquella imagen, ya que los brazos son en realidad inexistentes, son, de alguna
manera, simples fantasmagorías.
Por lo tanto es mi intención resaltar aquella
incompatibilidad existente entre las proyecciones y los objetos. Juntas, ambas
cosas consiguen crear una obra de arte, una escultura con un claro carácter
plástico, cosa que no son por separado. Y sin embargo se trata de una obra de
arte efímera, basada en el recuerdo, con un claro sentido nostálgico.
En conclusión, Daniel Canogar, mediante una elegante
exposición, ha conseguido atraer la atención del público hacia aquellos objetos
que sobran en nuestra vida cotidiana y que sin embargo han ocupado un sitio
importante en ella.
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