lunes, 29 de septiembre de 2014

HOUSTON ¡¡TENEMOS UN PROBLEMA!!

Esther Martínez Yepes.

¿Tecnología? ¿como obra de arte? ¿en un museo? ¡¿cómo?!... A pesar de que ahora estamos “acostumbrados” a cualquier tipo de arte que nos presenten, y podemos creer que “arte es todo lo que los hombres llaman arte”, como titula José Jiménez a su primer capitulo del libro “Teoría del arte”, estas son preguntas comunes que se escuchan frente a obras como las de Daniel Canogar. Podrían pensar que son ideas de ahora pero en realidad esto viene de tiempo atrás:

Afirmamos que el esplendor del mundo se ha enriquecido con una belleza nueva: la belleza de la velocidad. Un coche de carreras con su capó adornado con grandes tubos parecidos a serpientes de aliento explosivo... un automóvil rugiente que parece que corre sobre la metralla es más bello que la Victoria de Samotracia”.

¡Estamos sobre el promontorio más elevado de los siglos! ¿Por qué deberíamos protegernos si pretendemos derribar las misteriosas puertas del Imposible? El Tiempo y el Espacio morirán mañana. Vivimos ya en lo absoluto porque ya hemos creado la eterna velocidad omnipresente”. (Manifiesto futurista, 1909).

En los primeros años del siglo XX nos encontramos con una época de esplendor, donde prosperan nuevas tecnologías como el automóvil, donde creen en las grandes posibilidades que tiene el hombre, donde apuestan por desarrollo... Ante esto los vanguardistas pretenderán romper con todo el pasado ya que el futuro que ellos plantean es mejor. Por lo tanto, surge una admiración por lo relacionado con este futuro, como la rapidez (de los automóviles) y las nuevas máquinas, como exponen los futuristas en su manifiesto de 1909. Se creen capaces de todo. Donde hay dinamismo y vitalidad, hay belleza y poesía, hay una obra de arte. En estos temas se fija Canogar, empleando la tecnología para la creación de sus obras y pensando en la belleza que poseen y jugando con las proyecciones de luces o diferentes imágenes. Emplea los nuevos recursos de proyección de video para la creación de sus obras, a la vez que utiliza como materiales, objetos tecnológicos pero que ya han quedado inutilizados por el desarrollo de otros nuevos. Es un trabajo muy minucioso porque cada pieza tiene que encajar a la percepción con la proyección que realiza sobre estas. Usa la tecnología moderna pero queda anclado en el pasado al reutilizar materiales de tecnología vieja, él no rompe con el pasado como habían hecho los futuristas. Sus obras son una historia de los dispositivos tecnológicos que utilizamos hoy en día y muestra como en un corto periodo de tiempo estas máquinas dejan de sernos útiles y son cambiadas por otras, siendo lo anterior un desecho. El autor de estas obras piensa en lo poético de la tecnología. Dota a estos artilugios de otro sentido diferente al que habían tenido inicialmente (cumplir una función) y al que después se habían visto forzados a exponerse (convertirse en desechos inservibles). A un objeto que estaba en desuso lo dota de dinamismo, de la vitalidad que le había sido arrebatada por nuestra sociedad de consumo, ya que se basa en la producción de nuevos objetos con mayor capacidad que los anteriores para que queden desfasados, anticuados y tener que renovarlos.


El artista plantea que tenemos un problema con nuestra sociedad de consumo donde un objeto es presentado como “novedad” y al poco tiempo queda desfasado porque ya ha sido reemplazado por otra innovación. ¿Y esto que sentido tiene? ¿qué función cumple? La de consumir y la de continuar con la cadena donde cada vez en menor tiempo los productos quedan obsoletos y cada vez hay que cambiarlos con mayor rapidez y lo peor es que nos dejamos llevar por ello sin pensar en que podemos estar cayendo en un gran problema.
Chatarra ‘artística’

Conchi Moraleda Martínez

Tal exposición como es  ‘small data’ te lleva a recordar esos primeros cacharros que funcionaban como teléfonos móviles, o esos primeros ordenadores que tardaban horas en encenderse y en procesar la información. Daniel Canogar con su obra de carácter divulgativo parece dar una nueva vida a las tecnologías obsoletas.  Está poco interesado en la última novedad.  Este artista nació en Madrid en 1964 y cursó estudios de Ciencias de la Imagen, lo que posteriormente le llevaría a especializarse en fotografía. Daniel Canogar encuentra los materiales y elementos para su exposición entre montones de chatarra, para después organizarlo y crear esta serie de obras las cuales están relacionadas con la memoria, tanto personal como colectiva, que parecen atrapadas en el interior de las tecnologías,  y la identidad, pues con muchas de ellas la gente se relaciona con otras personas. En la actualidad, la tecnología se ha convertido en nuestra segunda piel.  
La obra de Daniel Canogar es inusual. Conmemora las tecnologías anteriores. Las personas, tanto las que estamos estudiando como las que ya han terminado su etapa de estudio, tenemos la obligación de aprender cada vez más el modo de funcionamiento de las nuevas tecnologías, porque en realidad si queremos competir en un futuro en un mercado laboral como en el que nos encontramos hoy en día es muy importante y necesario estar actualizado. Las nuevas tecnologías, relacionadas con nuestro entorno, están agilizando, mejorando y perfeccionando algunos actos que realizamos en nuestro día a día. Ésta  juega un papel muy importante en el mundo ya que la sociedad va avanzando y necesita cada vez más hacer uso de las nuevas tecnologías.
El arte muchas veces se ha logrado gracias a los avances tecnológicos, ya que con muchos elementos nuevos se ha podido realizar.  Antiguamente, entre el arte y la tecnología no había distinciones. Pero, a partir de Newton, aparece una separación entre ambas. Esta separación se va reafirmando durante el Romanticismo, donde se acaban consolidando dos culturas distintas con poca relación. Durante el siglo XX, en mayor proporción durante las vanguardias, varios personajes relevantes intentaron solucionar el problema que supone esta división. En el momento actual, el arte y la tecnología son dos rostros de la creatividad humana, dos que además se encuentran estrechamente relacionados, ya que la última es una fuerza fundamental en el desarrollo y evolución del arte. La tecnología ha conseguido revolucionar en gran medida el mundo del arte.

Es cierto que muchas veces el uso de las nuevas tecnologías nos evade, nos hace desconectar del mundo en el que vivimos. Muchas personas se convierten en verdaderos ‘viciados’ de la tecnología. La gente se ‘robotiza’ y deja de lado el mundo y la naturaleza. Como dijo Daniel Canogar: ‘Mentalmente, ya hemos abandonado la tierra’. Y es verdadero el hecho de que cada vez más las personas dejamos de hacer las cosas nosotros y echamos mano de la solución más rápida, como  sucede cuando realizamos una simple suma con la calculadora en vez de hacer un pequeño cálculo mental, o en el momento de realizar un trabajo de investigación, en vez de hacerlo entre libros enciclopédicos, se utiliza una forma mucho más sencilla como es buscarlo en internet. Esto tiene la mayoría de las veces un resultado negativo, ya que podemos encontrar numerosas informaciones erróneas en la red, lo que lleva a realizar un trabajo mediocre por el mero hecho del conformismo y la pereza, característica propia de la época en la que vivimos en la actualidad. 
“Marionetas del siglo XXI”
(Lydia Esteban Zaloña)
A lo largo de los siglos, el ser humano ha ido renovando aquello que le era inservible o anticuado, por artilugios cada vez más complejos y minuciosamente diseñados para sobrellevar el día a día, o eso al menos eso es lo que nos han contado. Sin embargo, ¿por qué es más importante conservar un antiguo manuscrito de un escriba babilonio, cuyo nombre no me atrevo a pronunciar a un teléfono móvil similar a un ladrillo? Daniel Canogar, va un paso mas allá en su exposición “Small data”.
La brillantez de la exposición de Daniel Canogar radica en que el artista es capaz de crear un tipo de arte muy especial con los restos de un ordenador que fácilmente podría haber pertenecido a Isabel II, o con el mando de la televisión que podemos encontrar entre los cojines del sofá. Es decir, mediante objetos cotidianos combinados con la video proyección, consigue “devolverlos a la vida”. La primera idea que me viene a la cabeza es la similitud entre esta idea del artista y una de las culturas más complejas e interesantes que han existido. La cultura egipcia. ¿Por qué? Porque los egipcios creían en la vida después en la muerte es decir, su alma y personalidad es lo que atravesaba lo corpóreo y llegaba al más allá. En la exposición de Daniel Canogar, podemos ver restos de lo que podría ser un ordenador caído desde un cuarto piso, o las entrañas de un reproductor multimedia, esto, representaría lo corpóreo para los egipcios, mientras que la idea del autor, de innovar, y devolver estos aparatos a la vida, representaría el alma, que es al fin y al cabo lo que el autor quiere que perdure, la intención, significado y lo que su obra representa.
En segundo lugar, la experiencia que le aporta su máster en Arte con especialización en fotografía, hace que la combinación de la tecnología y la escultura sea mucho mas cercana para el público. Es decir, en pleno siglo XXI, la tecnología se encuentra en todas partes, es invisible al ojo humano, pero está ahí y cada vez cobra mayor importancia. La diferencia de una buena obra de arte como puede ser la de Daniel Canogar con otras, es que este artista nos muestra y presenta, lo que a simple vista el ojo humano es incapaz de ver, como por ejemplo la conexión entre varios mandos, o la imitación de la vibración de un móvil mediate la video proyección.
Por otro lado, otra de las ideas que nos transmite la exposición del autor, es la dependencia que hoy en día genera la tecnología y la presión que ejerce sobre todos nosotros, es decir, al fin y al cabo somos como marionetas de algo que nosotros mismos hemos creado. Esto puede verse en la obra, en la que, de un puñado de metales y plásticos de lo que podría ser  un disco duro, salen de él, proyectadas, muchas personas. Se trata de un símil o comparación, llevado a a una escultura, es decir, el montón de los restos de este disco duro, puede asemejarse a nuestro mundo, a nuestro planeta cuando en un futuro sea la tecnología la que nos domine a nosotros y no nosotros a ella. Esta reflexión puede parecer una estupidez para algunos, o una utopía para otros, pero como dijo Michel Eyquem de Montaigne “nadie está libre de decir estupideces, lo malo es decirlas con énfasis”.

En resumen, la tecnología cobra cada vez un papel más importante en esta sociedad, y por tanto es importante su conocimiento para poder entender e incluso llegar a crear obras de arte como las de Daniel Canogar, ya que renovarse y modernizarse es una señal de progreso y conocimiento, puesto que la tecnología ofrece un amplio abanico de posibilidades creativas en el mundo del arte.
The planet of the pudding brains.
Daniel Canogar
Patricia Carbón Garzón

La mayor parte de la acción humana podría describirse en una palabra. Destrucción. Y es que ya ha sido comprobado que, si desapareciéramos de la faz del planeta de un día para otro, el funcionamiento de la naturaleza seguiría su curso tranquilamente, como si nada hubiera pasado; adueñándose poco a poco de un lugar del que antes era reina, y del que ahora sólo es esclava; purificando lo que hemos contaminado; naturalizando lo que hemos materializado. Y, en cambio y en contra de todo el egocentrismo humano –tan característico–, si desaparecieran las hormigas el desequilibrio biológico resultante sería devastador para toda vida tal y como la conocemos. No podemos equipararnos a las hormigas, señores. Y vivimos pisándolas y espachurrándolas y desgarrándolas como si fuéramos superiores a ellas.

(vivimos bajo el mando de personas que realmente se creen superiores a ellas y a todo ser viviente)

Porque creemos en el progreso –porque nos han obligado a creer en él–. En ese móvil artificial al que le ponemos alas invisibles, en ese objetivo idílico que nos acerca al futuro soñado y del que cada vez estamos más lejos. Nos contentan fácilmente alimentando nuestras cabezas con ‘’compra y gasta’’, como si nos fuera a volver realmente felices la acumulación de objetos sin sentido; como si nuestro cerebro creciera y evolucionara a cada nueva ganga comprada. A cada nueva chatarra usada.

Chatarra. Ese es el aparente elemento con el que Daniel Canogar ha trabajado en su nueva exposición, Small Data. Un título significativo si comparamos las piezas reales de las que parte y  su capacidad de acumulación de datos en comparación con las nuevas tecnologías de la actualidad. Los primeros teléfonos, impresoras y escáneres viejos, teclados antiguos y hasta piezas de gameboy advance.
Este artista observó basura y visitó chatarrerías. Quién sabe si con la intención de idear una imagen mental de todo lo que el ser humano ha tirado a lo largo de la historia; sea como fuere, tuvo una idea. Y la plasmó en una exposición que ahora mismo está en la galería Max Estrella, y que ha sido observada  en lugares tan prestigiosos como Nueva York.

Los juegos de luces, proyecciones directas y precisas (muy precisas) sobre cada una de las piezas, son aspectos de la exposición que la caracterizan abiertamente. El espectador se ve envuelto en un mundo paralelo donde lo que se consideraría desperdicio, cobra vida. Colores, animaciones, dibujos.  Incluso unos mandos de televisión se disparan mutuamente y cambian de canal a cada disparo certero. Consolas rotas que renacen de sus cenizas y esparcen personajes de la pantalla; un excelente guiño a un tipo de comercio del videojuego que ha marcado la infancia de muchos, tanto niños y mayores, y que ha llegado a absorber tardes enteras apretando los mismos botones sin descanso.

 La crítica social existente es casi tangible –omitiendo el guiño a Mario, Samus y sus compañeros que dota a la exposición de un lado amable y de una nostalgia más emotiva–, pues hasta el sonido que rodeaba la estancia (puede que no intencionadamente), recuerda a un aparato viejo, al que le cuesta arrancar y funcionar debidamente. La exposición nos muestra que, lo que en un principio era signo de progreso, avance y modernidad, ha acabado acumulándose en la basura, como un objeto de usar y tirar más Sin valor, sin duración, miembro honorífico de la obsolescencia programada.

Los avances tecnológicos son efímeros y cada vez nos absorben más. Cada vez nos derriten más el cerebro, haciéndolo pudin de ideas precocinadas y sosas, transformándonos, al igual que los móviles y los ordenadores, en material más pequeño y ligero. Más cómodo.
 Porque una humanidad con cerebros de pudin es más fácil de manejar. Porque una humanidad que crea y destruye lo creado es más fácil de guiar por el sendero de la perdición. 

¿SUEÑAN LOS ANDROIDES CON OVEJAS ELÉCTRICAS?

                                              Said Masías Carranza

¨Yo, he visto cosas que vosotros no creeríais. Atacar naves ardiendo más allá de Orión. He visto Rayos-C brillar en la oscuridad cerca de la Puerta de Tannhäuser. Todos… esos momentos… se perderán en el tiempo… como lágrimas en la lluvia. Es hora de morir¨ Lágrimas en la lluvia. Blade Runner.

  Sin duda la escena del monólogo final de  Roy Batty es el momento de clímax de esta gran película de culto. Blade Runner describe un futuro en el que los humanos han construido a los replicantes, humanos artificiales de aspecto físico humano pero que carecen de emociones y empatía y cuya vida para ¨seguridad¨ de los nuestros es de cuatro años. Los replicantes por una serie de acontecimientos son declarados ilegales y un equipo denominado Blade Runner son los encargados de detectarlos y destruirlos.


  ¿Pero qué ocurre cuando los replicantes desarrollan conciencia de estar vivos? y no se explican por qué tienen que morir, y que su vida llegue al final en cuatro años. Roy reacciona de manera violenta al principio; pero al darse cuenta que su vida llega al final, ama las demás vidas, hasta el punto de salvar a su verdugo de la muerte. No se explicaba por qué tenía que ser diferente a los humanos, es acaso por el hecho de no tener recuerdos? no tener una vida anterior, no poder recordar como olía su madre o cuando jugaba libremente por las calles cuando era niño. 
Su lucha insaciable por fabricar recuerdos en su efímera vida es lo que le perturba, finalmente decide no perder el tiempo y vivir aunque sus recuerdos se perderán como lágrimas en la lluvia.

  Y es de lo que nos habla Daniel Canogar en su exposición SMALL DATA, realizada a base de materiales electrónicos encontrados en basureros y centros de reciclaje. Calculadoras, móviles, teclados, dvds, mandos a distancia que ya han cumplido su fecha de caducidad, una fecha de caducidad impuesta por los humanos. Elementos sin vida, Canogar intenta revivir lo inanimado a través de animaciones de luz proyectadas, intentando poder rescatar  esa vida que ya no existe.
Nos habla de la pérdida de memoria por lo que creamos, jugando a ser creadores nos osamos a dar vida y quitarla cuando se nos antoja, nada ni nadie es imprescindible, lo que creamos no tiene identidad propia por ese motivo podemos manejarlo a nuestro antojo. Suerte tenemos de no vivir aún en ¨Blade Runner¨ y que las máquinas aún no hayan empezado su lucha por tener conciencia, de eso ya se encarga Daniel Canogar.

¨Si no estuvieras conmigo, el tiempo me parecería una eternidad.... le susurré una vez al oído. Pero que es la eternidad si no más que olvido, un recuerdo triste de primavera. Habitamos en los recuerdos que no son más que olvido. El día que encuentre a alguien a quien amar, no le diré que me ame una eternidad, le diré que cuando por fin habite en el olvido venga a buscarme cualquier día de primavera¨ Luis Zaragoza.

TRANSFORMERS TECNOLOGICOS

Estefanía Domínguez Simón (1 Curso Historia del Arte)

Términos como apps, memoria RAM, procesador disco duro, sistema Android, tablets etc… están  continuamente presentes en nuestra sociedad, tenemos la imperiosa necesidad de tener todas las novedades tecnológicas para poder “fliparse” diciendo que tienes el último modelo y evitar el temor a ser comparado, porque hemos llegado a un punto en que si no te gustan las tecnologías eres considerado como un “bicho raro” cuando en realidad nunca hemos necesitado todos esos cacharros para ser feliz.

No entiendo cómo millones de personas pueden hacer colas de días para comprar el nuevo “Iphone 6” pero sin embargo es indispensable imaginarse esa misma situación para comprar un libro, porque ¿Para qué perder el tiempo con la eso, denominado “Cultura”?, si yo mientras tanto he superado mi racha de muertes en el Call of Duty.

¿En serio no nos damos cuenta de qué modo nos afectan las tecnologías?  Con este planteamiento Daniel Canogar (Madrid 1964) artista audiovisual y de los mayores representantes de la abstracción española, nos presenta  la exposición “Small Data” en la Galería Max Estrella.

Es admirable como  en una sala tan pequeña consigue disponer las obras de tal manera y sobre todo con la perfecta utilización de la luz (utilizada de forma recurrente), a mi me gusta pensar que la sala es una simbología del cerebro humano, que a pesar de ser uno de los misterios científicos más grandes, tendemos a utilizar un 10 % de él y esto lo hace con la sala en la que dispone unas obras en puntos  estratégicos.
El modo de reinventar la materia es una seña de identidad, ya que parte de materiales electrónicos encontrados en basureros, vertederos y centros de reciclaje como por ejemplo móviles, discos duros, un escáner, una impresora, calculadoras circuitos hace que cobren vida con la técnica de la luz.

A parte de reinventar  las obras con una gran delicadeza y precisión, las dota de  una nueva vida, el problema llega cuando no se tiene la suficiente  inteligencia como para distinguir ambos mundos, el tecnológico y el real y al final este ultimo  nos acaba absorbiendo.  Es interesante pensar como he comentado antes de que forma nos está afectando las tecnologías, ¿Nos aportan algún beneficio o simplemente nos convierte en Transformes?

  La gente grita, llora se desespera incluso hasta el punto de ser violento y es curioso como en un arranque de esa  ira coges lo primero que tienes a mano como un móvil y lo estrellas contra el suelo sin pararte a pensar que es tu bien más preciado, nos transforma de tal manera que nos distorsiona de la realidad y al final se convierte en una droga sin la cual no podemos vivir, pero ¿Estamos a tiempo de cambiar esto o ya es demasiado tarde?

En líneas generales  me gustaría hacer hincapié en  el concepto del  tiempo el cual es  muy importante a la vez que efímero así pues Canogar  juega en esta exposición con la recuperación de la memoria, la memoria se construye mediante tres procesos: Procesamiento  de la información, Codificación, Almacenamiento aunque intentar descifrar el cerebro es como meterte en un laberinto sin salida.


En conclusión el ser humano está considerado como la maquina más perfecta, asique si a una maquina convencional se le puede formatear y borrar los datos porque al ser humano ¿no? Solo espero que en un futuro se pueda aplicar esta misma técnica al ser humano, por nuestro bien.  Algún día…
ARQUEÓLOGOS DEL FUTURO PASADO
Daniel Canogar
Miguel García Saurí (1º Historia del Arte)

Los aparatos electrónicos y las nuevas tecnologías nos han facilitado la vida en muchos sentidos, disminuyendo el tiempo que necesitamos para hacer algo, aumentado la facilidad para realizarlo e incluso para llegar a entretenernos de diversas maneras.

Daniel Canogar, artista visual que trabaja en la fotografía, vídeo e instalación, a realizado una nueva exposición en la Galería Max Estrella, Madrid: Small Data. En ella nos muestra de forma irónica los restos de algunos aparatos electrónicos con los que hemos convivido durante un largo período de tiempo (o corto, depende de cómo se mire). Son unos aparatos cualquiera y algunos de ellos siguen utilizándose hoy en día. La gracia de todo esto reside en que nos hace ver que por muy banal que parezcan son una parte importante de todos nosotros, que los hemos utilizado y que les hemos dado un uso concreto desarrollando una íntima relación con algunos de ellos, llegando a ser receptáculos de una parte de nuestra memoria.

En la exposición se presentan los aparatos electrónicos recibiendo proyecciones desde arriba una y otra vez. Estas proyecciones son realmente precisas a la hora de reflejarse sobre el material físico. La exposición llega a sorprender al  visitante ya que, si se fija, uno puede observar la intención del autor al colocar estos dispositivos de esta forma concreta. Y no es otra que la de enseñar unos restos arqueológicos, procedentes de una época en la que se les daba uso, irónico, ya que son aparatos que se utilizaban diariamente en un pasado para nada lejano. A demás las propias proyecciones dotan de vida a estos “frágiles restos” porque mientras los objetos en si están quietos, las imágenes se mueven mostrando sus antiguos servicios.

Esta exposición tiene también la finalidad de concienciar sobre un tema que nos acompaña a lo largo de nuestra vida, pero que no siempre nos damos cuenta de ello. Hablo de la obsolescencia programada, que por una parte tiene sus beneficios, pero que por otra puede ser injusta en un exceso inapropiado. En la galería pueden verse diversas alusiones a este tema (en algunos casos problema), como las proyecciones de unas pocas manos montando y desmontando consolas. Compramos aparatos electrónicos y se estropean al cabo de cierto tiempo, obligándonos a pagar más dinero o bien para repararlo o bien para comprar otro. Esto ayuda a los trabajadores a mantener su empleo al tener que seguir creando y construyendo estos elementos, sin embargo hay algunas ocasiones en las que la obsolescencia programada sobrepasa este recurso, reduciendo la duración de los aparatos a un tiempo ridículo. El documental Comprar, tirar, comprar muestra y explica a fondo este problema que, de algún modo, Daniel Canogar nos introduce en la mente mediante sus restos arqueológicos para que se tome conciencia de ello.

A lo largo de la galería nos vamos topando con móviles antiguos (los indestructibles NOKIA incluidos), con un recuerdo a aquellos videojuegos 2D de las consolas Nintendo, mandos de televisores, etc. Una calculadora muestra una cuenta atrás seguida de una explosión, haciendo referencia a la llegada de la tecnología o a la desaparición de la misma. También se incita al pensamiento sobre la tecnología como chatarra y los seres humanos como cucarachas que se arrastran entre la misma.


Al final dependemos de estos recursos, en ocasiones demasiado, y esto hace que la vida nos sea más compleja a la hora de encararla sin estas tecnologías. Esta relación entre las personas y estos dispositivos se agranda tanto que en el momento de desecharnos de ellos estamos deshaciéndonos de algo tan cercano que se convierte en nuestros propios restos fósiles.
                       UNA GENERACIÓN DE IDIOTAS
                                   
Lorena Castillo Dualde (1º Historia del Arte)

Daniel Canogar que se presenta a si mismo como un artista-arqueólogo, nos presenta en la Galería Max Estrella su último trabajo, Small Data, con el que explora la vida y la muerte de la electrónica de consumo presentando una serie de dispositivos electrónicos abandonados, organizados en una especie de baldas individuales como si fueran restos frágiles de fósiles de una época pasada, y los cuales reciben proyecciones cenitales. Estas proyecciones están orientadas con precisión sobre el material escultórico, dando la impresión de que las tecnologías obsoletas han resucitado. Canogar pretende que estas instalaciones animen lo inanimado.

Esta exposición intenta revelar las memorias que permanecen atrapadas en el interior de los dispositivos electrónicos. A lo largo de nuestra vida desarrollamos una relación muy íntima con nuestros objetos, en este caso los dispositivos electrónicos, los cuales en la mayoría de los casos se convierten en guardianes de nuestros recuerdos, y en nuestra principal herramienta de comunicación, hoy en día, en pleno siglo XXI con el mundo exterior. Esta serie es una reacción a la extensa investigación que hizo nuestro artista, Daniel Canogar, sobre el concepto Big Data, la gran obsesión ahora en la zona de California, lugar donde desarrolló el proyecto gracias a una residencia en Silicon Valley, meca de la tecnología y la informática. Los sistemas analíticos son capaces de controlar ingentes cantidades de datos que producimos en contacto con internet, plataformas archiconocidas como lo es el gran gigante Google, por ejemplo, analiza y almacena las más de 3.000 millones de búsquedas diarias que se hacen en su buscador. Fue entonces, cuando según pasaban las semanas entre un sinfín de reuniones con gente del sector tecnológico cuando espantado con ese sistema panóptico, tuvo la necesidad de hacer algo, algo muy pequeño y personal, algo que fuera una especie de antídoto al mundo Big Data. Justo en ese instante se empezó a gestar este gran proyecto de Canogar. Un proyecto que nos propone una mirada íntima hacia el aspecto más frágil de la tecnología que domina la sociedad. A través de este trabajo, Canogar intenta dar vida a estos materiales que ya han muerto, intenta mostrar sus secretos, reavivar la memoria colectiva que contienen en su interior para construir de este modo, un retrato de la sociedad y de toda una época.

Con la tecnología buscamos burlar el tiempo, pero, exactamente ¿quién domina a quien en este particular universo tecnológico en el que estamos todos inmersos día tras día? El caso es que hay una simbiosis demasiado intensa con las tecnologías, por lo que no es útil verlas como algo que viene de fuera y que nos somete, ya que física y psicológicamente canalizamos gran cantidad de nuestra vida emocional a través de estos aparatos. El mismo Canogar declara abiertamente su adicción a la información, pero actualmente en esta era tecnológica en la que vivimos, necesitamos ponernos unos límites, sino entramos en un limbo sin sentido donde la realidad se aplana y deja de tener matices. Con esto, quiero resaltar que el ser humano es tan complejo como su relación con las tecnologías que le rodean, teléfonos móviles, ordenadores, e incluso mandos a distancia, y esa enrevesada relación es uno de los temas centrales de esta exposición. Precisamente con Small Data pone de manifiesto su interés por mostrar la relación emocional e íntima que tenemos con las tecnologías de consumo doméstico.

Por último me gustaría hacer hincapié en el hecho de que no debemos ser esclavos de las tecnologías, ya que desgraciadamente estamos generando un mundo de máquinas, zombis, y disculpad la expresión, de idiotas. ¿Se está cumpliendo el pronóstico de Albert Einstein?

 “Temo el día en que la tecnología sobrepase nuestra humanidad, pues el mundo sólo tendrá una generación de idiotas”. 

VIDA INERTE

SARA MONTERO GONZÁLEZ

El artista internacional Daniel Canogar, nacido en Madrid en el año 1964, y que ha realizado exposiciones en diversos museos alrededor del globo terrestre, llega a Madrid con su exposición “Small Data”. Podemos encontrarla en la galería Max Estrella, la cual ha reunido entre sus cuatro paredes artistas tanto nacionales como internacionales, centrándose en un arte más contemporáneo. Daniel Canogar nos da una pista del tema de su obra con el título de la exposición, “Small Data”, juego de palabras a colación del término “Big Data”, que en el sector de tecnologías de la información y la comunicación es una referencia a los sistemas que manipulan grandes conjuntos de datos.

Daniel Canogar utiliza en su obra abundantes recursos audiovisuales. En uno de sus últimos trabajos, “Midnight Moment”, adopta estos recursos con las pantallas de Times Square en Nueva York. Al entrar en la galería se aprecia austeridad y sobriedad en las paredes de la sala, causando que el visitante muestre mayor atención en las obras. Éstas, están exhibidas en baldas individuales, dotando a cada pieza de la misma importancia que la anterior. Sobre estas baldas se encuentran piezas, de lo que en su momento fue un aparato electrónico (placas, teclados de ordenador, calculadoras…).  A primera vista es un objeto inútil, pero la sorpresa llega cuando el proyector que se encuentra sobre la obra se enciende. Podríamos decir que la obra es un cementerio tecnológico, que con las proyecciones devuelve la vida a los objetos, pero al igual que se encienden se apagan, devolviéndote a la realidad, donde lo que se observa no es más que un montón de chatarra. Esta observación nos recuerda a la película “Matrix”, donde el protagonista vive en un mundo virtual del que es rescatado y cuando despierta se da cuenta de cómo es la realidad. Se encuentra en un mundo donde existe la supremacía de las maquinas sobre los humanos y en cierta medida es lo que ocurre en la exposición de Canogar, pues encontramos presente las maquinas, pero no las personas.

En la actualidad el mundo gira en torno a las nuevas tecnologías, siendo una parte importante del día a día.  ¿Quién  no tiene hoy en día un teléfono móvil? La gran mayoría de la población está subordinada a las nuevas tecnologías, ya sea por cuestiones de trabajo o por la comunicación social.  El historiador francés Voltaire dijo: “El arte de la vida consiste en hacer de la vida una obra de arte”.  Canogar no podría haber interpretado mejor esa frase. En su obra utiliza piezas de elementos electrónicos deteriorados que forman parte de cada casa, apenas útiles para el resto de las personas. De los desechos crea algo bello, componiendo una nueva concepción del arte, donde encuentra en elementos pobres, algo estético… una nueva idea de belleza.

El autor con la obra pretende hacer una crítica de la dependencia a la tecnología en la sociedad mundial. Otros artistas también han realizado críticas sobre este mismo tema, como el artista callejero Bansky, con una de sus obras llamada “Mobile Lovers”.  Canogar también pretende desencadenar recuerdos en nuestra memoria, mostrándonos esos primeros teléfonos móviles de enormes dimensiones que todos hemos tenido, o con una simple aparición de un personaje de videojuegos llamado Mario Bross. Los humanos sentimos cierto apego a los objetos que nos pertenecen, que han formado parte de nuestra vida, de una época. Es por eso que nos cuesta desprendernos de ellos, y almacenamos y almacenamos hasta que realmente no recordamos el por qué lo hicimos, encontrándonos con trastos viejos e inútiles.

Organismo Digital


Organismo Digital
Iñigo Herranz Ketterer

-“Small Data” DANIEL CANOGAR. GALERÍA MAX ESTRELLA

Daniel Canogar es un fotógrafo que se dedica al espectáculo visual mediante la fotografía, video e instalación de los mismos para crear efectos sorprendentes al ojo humano. Se puede decir que la exposición de dicho autor en la galería Max Estrella no se queda corta al igual que exposiciones anteriores aunque de mayor envergadura como “Clandestinos” en Rio de Janeiro, Madrid y Roma en las que se puede observar mediante la técnica de la proyección sobre monumentos típicos de dichas ciudades como la Puerta de Alcalá en Madrid gente trepando. El resultado de sus exposiciones se puede decir que es sorprendente ya que las técnicas visuales utilizadas dan vida a algo que creíamos muerto o inerte, pero lo especial es que a dicho autor se le ocurre resucitar o dar vida a dichos objetos, piedras o lo que se proponga, como si estos fueran organismos vivos o darles dinamismo como en “Clandestinos”, el caso es que por ejemplo con un número concreto de piezas de teléfonos móviles parece que estamos recibiendo una llamada con el uso del video cenital perfectamente medido al espacio a representar, dicho video hace jugarnos la ilusión óptica.

En la exposición “Small Data” no solo nos encontraremos móviles, es un lugar de ecologismo y reutilización de lo que sería actualmente la basura digital que desechamos en nuestras casas a pesar de que siga funcionando debido a que éstas se quedan obsoletas, sería por lo normal en nuestros tiempos, también lo que se está haciendo es una crítica a todos los desechos electrónicos de hoy en día que cada vez son más en menos tiempo, por lo tanto dicha expresión artística no solo se queda en los restos del organismo digital de un teléfono móvil, está abarcando todos los aspectos de la tecnología doméstica de hoy en día. Nos podemos encontrar por diversas partes de la sala distintos aspectos domésticos pero no nos podemos olvidar del principio  que ante todo simbolizaría el cerebro de la tecnología, un gran y prodigioso chip que con la ayuda y necesidad primordial del efecto visual realizado reproduce un sistema de puntos y autovías luminiscentes a base de éste como si siguiera mandando la información al “hardware”, un cerebro muerto al que se juega a dar vida de la misma manera que a todos los objetos presentes. Pero más allá de dicho cerebro se puede encontrar una impresora, un escáner, una calculadora, números digitales, etc todos ellos como espectros magico-fantasticos de su vida anterior.

En cuanto a la exposición se la podría calificar de un cementerio lleno de cachivaches zombie-digitales que buscan danzar con el efecto visual a modo espectral y que le ayuda al autor a inundar la sala con el sentido digital que anteriormente tenían, pero de una manera más creativa, se realiza de tal manera la exposición que es como si volviéramos a meternos de lleno en lo que vivimos con dichos objetos, como ejemplo podría ser el revivir la infancia de los que tuvieron una “Game Boy"  con el juego de Mario Bros, los mandos de la televisión e imaginar cuantas horas hemos pasado delante del televisor viendo películas o canales televisivos, las teclas de un teclado de ordenador y ver danzar las letras, palabras y todas las cosas que se han podido escribir con ellas. A fin de cuentas siempre nos quedaremos con la nostalgia de la era informática de preguntarnos dónde estará mi primer teléfono móvil, se puede decir que como la ultima obra todo es una cadena de montaje y que por mucho que guardemos nuestro primer móvil ahí se quedara guardado, sin ninguna utilidad por que vendrá uno nuevo.
                                EL CEMENTERIO DE LA TECNOLOGÍA        
          
                             Patricia Herranz Preysler ( 1ºcarrera Historia del Arte)

Desde que el hombre invento la rueda hace más de cinco mil años en Mesopotamia no ha dejado de evolucionar, construyendo utensilios para ayudarlo en sus trabajos y a lo largo de la vida, en la cual sin estas herramientas aún seguiríamos en la llamada Edad de Piedra.

Uno de los fines de la invención de estos utensilios es poder seguir avanzando a lo largo del tiempo, es decir, crear apoyos para el hombre que han surgido gracias a la observación de la naturaleza. Por ello el hombre ha querido mejorar y por otro lado dar una mejor vida a sus predecesores  pasando por edificaciones con barro y paja hasta construcciones de ladrillo y cristal, ahora ha llegado la era tecnológica: teléfonos, televisión, ordenadores, videoconsolas, móviles, escáner, impresora… grandes avances que se han realizado a mediados del siglo XIX, con un aparato que te permitía hablar con tus seres queridos que se encontraban en otra ciudad, la revolución de ese momento, el teléfono gracias a Alexander Graham Bell, hoy en día ya no damos importancia a quién creo estos utensilios que nos permiten conectarnos unos con otros sin ningún tipo de problemas porque tenemos todo lo que deseemos al alcance de nuestras manos y que no nos damos cuenta de cómo hemos ido evolucionando porque hay quién dice por ahí que la sociedad está decayendo.

En este exposición llevada a cabo de la mano del artista Daniel Canogar con el nombre de ¨Small Data¨ nos quiere enseñar el funcionamiento y la evolución de diversos aparatos que han ido marcado nuestras vidas,  esto lo consigue con la ayuda de partes de estos que han sido desechados pero no nos expone el artilugio visto desde fuera sino desde dentro, es decir, como gracias a pequeñas conexiones que se encuentran en las placas de un circuito de un ordenador  y con una animación que se encuentra encima de este, se puede apreciar mejor las distintas partes y como se han ido construyendo partiendo de una determinada base, ya sea la pantalla de un móvil , piezas de una consola como una gameboy, de un reloj electrónico o incluso la parte interna de un escáner, y todo ello mostrándonos  como ha sido su evolución hasta nuestros días. Por otro lado nos quiere enseñar que una herramienta como estas que puede darnos diversión, ayudarnos en nuestras labores en el trabajo o en el estudio, que nos ayudan a medir el tiempo y a controlar algunos aparatos como la televisión gracias a los mandos a distancia, ect … , por fuera puede parecer un dispositivo nada complicado en el que podemos ver algunos tornillos pero no nos preocupa lo que pueda haber dentro hasta que se nos estropea y entonces ahí hacemos lo imposible para arreglarlo, y esta es una de las funciones de la exposición, hacernos ver que nada es fácil y todo muy complicado y poco duradero, por ello esta visión nos ayuda a comprender mejor cuanto trabajo hace falta para conectar un pequeño botón a la parte interna, o al revés, que este tenga una determinada anchura para que encaje con el dispositivo.


Por último el foco que se pone encima de estos ayuda a comprender mejor lo que se nos muestra, sino sería un sin sentido. Con ello nos quiere hacer ver que sin la tecnología que nos aborda, en la cual nos protegemos y nuestras vidas giran en torno a ella, la dependencia que mostramos hacia ellas algún día acabará por destruir a la humanidad ya que la tecnología llegará a su límite y volveremos atrás en el tiempo. 
El país de los recuerdos olvidados
Carmen García Casquero

            Estamos acostumbrados a un tipo concreto de arte como es la pintura, las esculturas formadas por figuras (ya sean humanas o animales) e incluso las grandes obras arquitectónicas. Pero, ¿qué es el arte? Nunca llegamos a plantearnos esta cuestión, y opino que es de gran importancia. La Real Academia Española lo define como la manifestación de la actividad humana mediante la cual se expresa una visión personal y desinteresada que interpreta lo real o imaginado con recursos plásticos, lingüísticos o sonoros. Esta definición va más allá del concepto de arte que tiene todo el mundo en su mente; y es que también se refiere al arte contemporáneo o arte actual que es aquel que sobrepasa lo cotidiano y conocido, y se encarga de  transmitir lo que el autor siente y la forma que tiene de observar y plantearse el mundo a través de sus obras. Daniel Canogar en su exposición "Small Data" trata de demostrarnos, explorando la vida y la muerte de los aparatos electrónicos de consumo, que cuando desechamos nuestros dispositivos, inconscientemente estamos tirando una pequeña parte de nosotros mismos .
            La exposición presenta una serie de dispositivos electrónicos abandonados tales como teléfonos, impresoras, teclas de ordenador incluso pantallas. Éstos se encuentran colocados sobre unas mesas de tal manera que a través de unos proyectores se proyectan una serie de imágenes, gracias a las cuales los dispositivos parecen cobrar vida. Aquí el autor parece hacer una metáfora a la reencarnación de los dispositivos, y trata las grandes consecuencias que tiene actualmente el consumismo. A lo largo de nuestra vida compramos cientos de aparatos que se van quedando en el olvido según pasan los años, pues o van siendo sustituidos por otros nuevos y mejores o se van estropeando o simplemente permanecen en el olvido. Si buscamos en nuestras casas, seguro que encontramos todos esos dispositivos llenos de polvo, pues ya ni se usan. Daniel Canogar lo que hace es recoger toda esa "basura", convirtiéndola en arte.
            No son seres vivos, pero no por ello dejan de tener historia o recuerdos. En la Galería Max Estrella, donde se encuentra expuesta "Small Data", se puede apreciar toda esa historia y funcionalidad que ha ya ni se aprecia. El dueño de dichos dispositivos desarrolla cierta relación con ellos, que en ocasiones llega a ser dependiente. En la gran mayoría de los casos, se convierten en sus propios consignatarios de recuerdos, así como del medio de comunicación con el mundo exterior. Y es que a día de hoy nos sirven de gran ayuda y ocasionalmente no somos capaces de aprovecharlos como es debido. Gracias a la tecnología somos capaces de ver museos o galerías sin la necesidad de salir de casa, podemos resolver prácticamente cualquier duda que nos surja, también se puede hablar con personas localizadas en diferentes puntos del mundo, contar vivencias al resto de gente... En definitiva, nos encontramos en un mundo tecnológico en el que cualquier cosa es posible gracias a los avances.

            Lo que está claro es que esta exposición no pasa desapercibida; y que algo a valorar, más allá de lo artístico, es el gran trabajo tecnológico que tiene toda ella detrás. Por ello es evidente el gran éxito que tiene el autor no solo a nivel nacional, sino también internacionalmente. Canogar propone una mirada íntima hacia el aspecto más frágil de la tecnología que domina nuestra sociedad, y está claro que lo consigue; pues al salir de la exposición te planteas la sociedad en la que vivimos. Lo que es evidente es que debemos de controlar ese consumismo que nos rodea, pues lo único que nos hace es derrochar y desaprovechar grandes dispositivos que podrían utilizarse de mejor manera. Y es que tienen vida, al menos para nosotros, pues nos resultan de gran utilidad y dependemos fuertemente de ellos.
Dispositivo fénix
Daniel Canogar
Andrea Florido Cabrillana (1º Historia del Arte)

Small data, la nueva exposición de Daniel Canogar, nos presenta una serie de dispositivos electrónicos, rotos y olvidados, a los que, gracias a unos proyectores y a sus luces, colocados sobre las piezas, dota de vida. De esta forma, y gracias a la original presentación de las obras, los modelos anticuados vuelven a nacer durante el periodo de tiempo que el proyector se mantiene encendido. Así, el artista critica así lo efímera que es la existencia de los dispositivos electrónicos, ya que la sociedad está acostumbrada a abandonar el aparato, antaño portadoras de todo tipo de recuerdos e información y, posiblemente una de las posesiones más preciadas de sus dueños, cuando sale una nueva versión.

Circuitos, discos duros, un escáner, una impresora, móviles, calculadoras y otra suerte de chatarra electrónica se disponen en tablas, siempre iluminadas con sus respectivos proyectores que de forma precisa, reflejan la electricidad que una vez tuvieron esas máquinas. Sin embargo, esta especie de “resurrección” nunca es perfecta: las imágenes proyectadas, aunque en un principio tengan orden, acaban descontrolándose, atacándose a si misma o incluso estallando, como el reloj construido a base de placas de otros relojes digitales que en un momento, inicia una cuenta atrás y explota; o los mandos de televisión que se enzarzan en una batalla de zapping, disparándose rayos que acaban dejando a la televisión sin señal y, finalmente, apagándola.

Las consolas antiguas se vuelven una parte importante de la exposición, quizás la más llamativa. En una de las piezas, los personajes más característicos de Nintendo salen de la pantalla de la GBA. Sin embargo, aunque hayan podido escapar de la máquina, les es imposible escapar del soporte. Como una pantalla insuperable, diversos personajes se amontonan en la base hasta que las enredaderas ocultan todo, para posteriormente ser devoradas por el fuego que mas tarde apaga un mar de píxeles que convierte los botones de la consola en pequeñas islas. Esta autodestrucción electrónica que aparece en la obra quizás hace referencia a la ya mencionada necesidad de comprar la nueva versión ya que se impone a la que ya tenemos. Ni siquiera la tecnología se conforma consigo misma y necesita reinventarse, sustituyendo sus defectos continuamente con mejoras. Sin embargo, al mismo tiempo, se está eliminando a sí mismo y perdiendo su identidad original, al igual que nosotros cuando desechamos nuestros dispositivos, o borramos los datos que contienen.

La última parte de la exposición es una mesa en la cual encontramos varios teclados de ordenador totalmente desguazados, de forma que lo único que quedan de ellos son las teclas, separadas y desordenadas. El proyector ilumina el soporte con letras, números y abreviaturas que podemos encontrar en cualquier teclado, que bailan por la mesa en busca de su tecla, con escasos resultados. Quizás por la frustración que conlleva el no encontrar su lugar, las letras proyectadas se convierten en llamas que lamen las teclas. Después, las letras vuelven a aparecer y ya que no pueden volver a su tecla original, empiezan a agruparse en citas célebres, como el famoso discurso de Martin Luther King “Yo tengo un sueño”. Sin embargo, las fantasías y utopías que se ven reflejadas en el orden que han logrado al agruparse, pronto se ve destruido de nuevo y los caracteres empiezan a dispersarse de forma caótica. Finalmente, y como si de la caja de Pandora se tratara, aún queda la esperanza: del desorden nacen una especie de garabatos que al chocar con cada tecla, dan vida a la letra que las nombra.

En definitiva, Small data es una exposición donde la basura resurge de sus cenizas y posteriormente vuelva a ella, pero se presenta de forma cíclica, por lo que pese a todo lo que se pierde y se destruye, siempre quedará la ilusión.

La resurrección de lo obsoleto

Sara García – Alegre (1ºer año Historia del Arte)

Daniel Canogar (Madrid, 1964), es un artista de fotografía, vídeo e instalación, nos muestra una original exposición, “Small Data”, situada en su ciudad de origen. Canogar nos devuelve la tecnología  ya muerta y olvidada, a aquello que, en cierta medida,  ya pocos recuerdan o no han llegado a apreciar.
En ocasiones echamos la vista atrás, a aquellos días en los que el modo que teníamos de comunicarnos era a través de un teléfono fijo, y que esa posibilidad de conexión desaparecía al salir de casa. Eso dio paso a un teléfono grande y pesado que se abría verticalmente para poder así contestar a la llamada. Canogar nos devuelve por un instante hacía esa tecnología ya obsoleta.  
Somos capaces de apreciar la evolución que ha tenido el teléfono móvil con el paso del tiempo, pero que sin miramientos, hemos despreciado cada vez que se avanzaba hacia el siguiente paso. Ahora no es más que chatarra de lo que un día fue, y olvidamos el papel que tuvo en nuestras vidas.
Canogar hace posible que todo tipo de tecnología resurja y vuelva la vida. Como el ave fénix que resurge de sus cenizas. Se ayuda del proyector para dar vida a esas piezas inertes e inánimes, como la luz, como un  soplo de vida de un ente superior.
Nos muestra lo más primario del ordenador, una placa base que ha vuelto a la vida, como si la electricidad volviera a correr por sus venas. Es el principio de  lo que permitirá al ordenador convertirse en lo que es hoy en día, uno de los medios por los que tenemos una conexión ilimitada con el mundo. Nos muestra otra pieza relacionada, unas teclas de un ordenador, viejas e inservibles. Estas piezas se acompañan de frases, pero en definitiva representan un atisbo de lo que un día contaron, haciendo alusión a una llama de la escritura.
A través de una fotocopiadora, en parte irreal, Canogar da su visión de con qué facilidad  se crean los dispositivos electrónicos, haciéndoles pasar uno detrás de otro, una copia del anterior, nada extraordinario, nada de lo que sorprendernos. Estamos acostumbrados a esa rapidez, a esa seguridad de que siempre va haber más y más y cada vez mejor y más moderno que su antecesor. Metiéndonos en un círculo consumista del que hoy en día no hay salida.
¿Qué belleza hay en un conjunto de carcasas viejas? A primera vista ninguna, pero toda esa chatarra, nos muestra a una sociedad que se arrastra y se empujan unas con otras para llegar a ella. Un esclavismo, en ocasionas tan brutal, que recuerda a una lucha entre mendigos por un trozo de pan.
Es curioso como el artista capta a través de unos simples rayos de luz, la facilidad con la que se transmite la información, cómo con un simple clic podemos encender o apagar una televisión o cambiar de canal.  Esa velocidad de micro segundos se puede aplicar hoy en día en casi todos los aspectos de nuestra sociedad,  de cómo queremos todo ahora, ya, en este mismo instante.  Sin darnos cuenta que antes todo era más lento, y en ocasiones más especial. Ahora todo nos aburre, todo está a nuestro alcance y sin hacer el menor esfuerzo.

El ayer ya ha quedado obsoleto, como todos esos móviles viejos, todas esas carcasas rotas. Pero es agradable ver el resultado del que somos parte, es importante que con cada cambio, siempre tengamos en nuestro recuerdo a todos esos aparatos, sin los cuales nuestra vida no sería la misma.

Cómo practicar la reanimación cardiopulmonar a una calculadora- Ana Moreno Fernández


Como si se tratase de un desfibrilador, sobre un cuerpo moribundo Canogar nos incide con proyecciones de luz sobre chatarra electrónica. Estos materiales abandonados reviven ante nuestros ojos, invocándonos recuerdos, e ilusiones de épocas pasadas consiguiendo sacar de sus entrañas toda la memoria de una generación de la que han sido objeto de deseo. Así recobran su intensidad, a la vez que al espectador le asaltan las ideas (como si ante un cuerpo resucitado se encontrase) de la mortalidad inmediata, del seguro de la muerte o de como algo tan vanal como un viejo móvil o una calculadora nos transporta tantos recuerdos y vivencias. Esta nueva oportunidad de vida es aprovechada para mostrarnos la fragilidad del recuerdo en la actualidad. Del recuerdo informatizado y material, que a su vez nos evoca miles de situaciones y realidades a lo largo de nuestra vida; atrapado dentro de un mísero trozo basura.

Crítica a la exposición "Small Data" de Daniel Canogar.

De esta forma podemos observar cómo toda una sociedad deposita su confianza, sus secretos, su conocimiento y sus recuerdos en un pequeño objeto con muchos cables, que finalmente termina siendo eso: cables, bombillas o teclas. El nombre de la exposición, “Small Data” hace referencia a el conocido como “Big Data”, es decir el conjunto de todos y cada uno de la gran cantidad de datos privados y almacenados para ser manejados por los gobiernos. Reflejando así la ventana que tenemos abierta hacia el exterior (queramos o no) en el momento que utilizamos dispositivos electrónicos.

La malsana dependencia que se desarrolla actualmente hacia la información nos hace permanecer de forma constante conectado, sin poder evitar la sustitución del mundo real por el virtual. Hasta el punto de la formación de “mitos” contemporáneos como el de un mundo controlado por robots, o la inexistencia del mundo, siendo todo una falacia fruto de nuestro pensamiento. De este modo se acaba sobrevalorando todo lo electrónico e informatizado, a la vez que se rechaza lo mundano y lo humano. Como nos muestra la obra de Canogar es lo humano, lo carnal lo que le da sentido a todo ese amasijo de cables, luces y plásticos que sin uso humano quedarían vacíos, sin alma.

Este último criterio también es seguido por el artista en su último trabajo en Times Square, Nueva York, bajo el proyecto “Midnight Moment” llega como invitado a la gran plaza, en cuyas pantallas durante los tres últimos minutos del día se ha proyectado su obra. Aquí se fomenta la participación ciudadana animando a los viandantes a reptar por un croma, grabándolos para más tarde juntar todas las imágenes y así dar la impresión de que una marabunta humana trepa por las pantallas. Esta obra da pie a la colaboración ciudadana, no solo en el arte, sino también en la ciudad, donde en ambas situaciones dejan de ser meros espectadores y se comportan como parte del todo. No es sino una iniciativa que consigue fomentar espíritu colectivo de la ciudadanía basándose en el estímulo descubridor del gateo. Para ello, Canogar se inspira en los inmigrantes que cruzan fronteras buscando una vida mejor.

Para finalizar, como hemos dicho anteriormente toda esta “basura electrónica” nos hace reflexionar sobre el artista contemporáneo, el trabajo con nuevos medios y técnicas ( el vídeo, la performance o la holografía ocupan en el arte contemporáneo en muchos casos el que ocupaban la pintura o la escultura). El artista finalmente se dedica a ensamblar elementos para así transmitir ideas y sentimientos.

Calambres cerebrales!



Calambres Cerebrales
Formateado por Daniel Canogar y su “Small Data”

María Blanco Alejandre

10011100011010011100011001100…y estamos entrando en Matrix… ¡Oh, no! Que torpe, quería decir en la galería Max Estrella, donde está dispuesta la electrocutante exposición “Small Data” no apta para fotosensibles pero recomendada para hackers.

Pongámonos primero en concepto. Basta con mirar a nuestro alrededor para descubrir como en esta era tecnológica del mañana, todo parece apuntar a que se ha producido una inversión de la realidad. Lo que yo quiero con esto decir es, que en vez de ser nosotros, cuerpos calientes y pensantes los que manejemos a los elementos eléctricos, parecen ser ellos quienes nos corrompen y corroen. Desde los niños pequeños que prefieren tablets a bicicletas para su comunión, al control mental y el vicio que ejercen las redes sociales y el móvil hoy en día en, no solo pero sí sobretodo, adolescentes. Espeluznante.

Daniel Canogar parece estar concienciado, enterado y puede que hasta aterrorizado de esta cableada realidad con la que juega y trabaja. Partimos de una base principal: la mezcla de componentes sin vida con la proyección a color y porque no resaltarlo, un tanto epiléptica de digamos sus almas. Es curiosa la recopilación de aparatos que se nota ha escogido particularmente el artista. De bases de microchips, carcasas de móviles, teléfonos anticuados, controles de consolas a una calculadora, un mando de televisor, un teclado o un simple amasijo de chatarra rota. Fríos cadáveres.

Estas piezas sin más, pueden no decirnos mucho, pero nuestro dinámico y nigromante Dr. Jekyll las ha vuelto a resucitar mediante divertidas, originales y sobretodo interactivas proyecciones desde lo alto. Podemos apreciar un escáner, una multitud reptante, números y ecuaciones o un conocido videojuego. 

Pero… ¿qué pasa con nuestros zombies? Su motivo de existir es para que nos demos cuenta de la rapidez con la que se desamortizan, deterioran y desprecian las tecnologías hoy en día. Puede deberse a su rápido avance y evolución, dado que desgraciadamente el género humano tiende a preferir “carne fresca”, es decir, el último modelo de un videojuego o un IPhone, aunque yo sinceramente me inclino más a una manzana Blancasnieves, porque ya no tengo nada claro quiénes son los verdaderos zombies.

-“BrrrBrrrr…Oh! Siento interrumpir, pero mi amigo el descerebrado de Frankenstein, adicto al Minecraft, acaba de mandarme un mensaje privado a mi exclusiva y famosa cuenta Z de Twitter, donde parece ha descubierto como el ingenioso Canogar escogió el nombre “Small Data”. Se trata de un juego de palabras (como todo en esta vida) con el denominado termino big data que hace referencia a la gran red de sistemas de los gobiernos que manipulan y almacenan incalculables datos sobre nuestros hábitos y vida privada. ¿¡Acaso no tienes tapada la webcam de tu portátil!?”-

Como un cortocircuito expansivo es gracioso descubrir como este nada tecnófobo hombre define sus iluminadas y radiactivas piezas como “naturalezas muertas contemporáneas”. Diría que bromea, dado que por el momento, ni las wii´s ni las playstation´s brotan de ninguna clase de árbol genéticamente degenerado, pero todo se andará. Ya puedo incluso imaginar a un televisor posando para un desnudo en una clase de pintura muy chik a un solo click del futuro.

Calambres cerebrales son los que sufro yo al ver como la maldita humanidad siente ansiedad, angustia por capturar otra realidad que les tiene prisioneros en una cárcel de LEDs, puestos de LSD parece que están los límites de esta futurista prisión ilimitada.
Ojalá un virus generase un apagón, sería un orgasmo no fingido poder volver a ver la realidad sin ningún filtro…me corro solo de pensarlo.
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