HOUSTON
¡¡TENEMOS UN PROBLEMA!!
Esther
Martínez Yepes.
¿Tecnología?
¿como obra de arte?
¿en un museo? ¡¿cómo?!... A
pesar de que ahora estamos “acostumbrados” a cualquier tipo de
arte que nos presenten, y podemos creer
que “arte es todo lo que los hombres llaman arte”, como titula
José Jiménez a su primer capitulo del libro “Teoría del arte”,
estas son preguntas
comunes
que se escuchan frente a obras como las
de Daniel Canogar. Podrían pensar que
son ideas
de ahora pero en realidad esto viene de tiempo atrás:
“Afirmamos
que el esplendor del mundo se ha enriquecido con una belleza nueva:
la belleza de la velocidad. Un coche de carreras con su capó
adornado con grandes tubos parecidos a serpientes de aliento
explosivo... un automóvil rugiente que parece que corre sobre la
metralla es más bello que la Victoria
de Samotracia”.
“¡Estamos
sobre el promontorio más elevado de los siglos! ¿Por qué
deberíamos protegernos si pretendemos derribar las misteriosas
puertas del Imposible? El Tiempo y el Espacio morirán mañana.
Vivimos ya en lo absoluto porque ya hemos creado la eterna velocidad
omnipresente”. (Manifiesto
futurista, 1909).
En
los primeros años del siglo XX nos
encontramos con una
época de esplendor, donde
prosperan nuevas
tecnologías como el
automóvil, donde creen
en las grandes posibilidades que tiene el hombre, donde apuestan
por desarrollo...
Ante esto los
vanguardistas
pretenderán romper con todo
el pasado ya que el futuro
que ellos plantean es mejor.
Por lo tanto, surge una
admiración
por
lo relacionado con este futuro, como la rapidez (de
los automóviles)
y
las nuevas máquinas, como
exponen los futuristas en su manifiesto de 1909.
Se
creen capaces de todo.
Donde
hay dinamismo y vitalidad, hay belleza y poesía, hay una obra de
arte. En estos temas se fija Canogar, empleando la tecnología para
la creación de sus obras y
pensando en la belleza que poseen y
jugando con las proyecciones de luces o diferentes imágenes.
Emplea
los nuevos recursos de proyección de video para la creación de sus
obras, a la vez que utiliza como materiales, objetos tecnológicos
pero que ya han quedado inutilizados por el desarrollo de otros
nuevos. Es
un trabajo muy minucioso porque cada pieza tiene que encajar a la
percepción con la proyección que realiza sobre estas. Usa
la tecnología
moderna pero queda anclado en el pasado al reutilizar
materiales de tecnología vieja, él
no rompe con el pasado como habían hecho los futuristas. Sus
obras son una historia
de los dispositivos tecnológicos
que utilizamos hoy
en día y muestra como en un corto periodo de tiempo estas máquinas
dejan de sernos útiles y son cambiadas por otras, siendo lo anterior
un desecho.
El autor de estas obras piensa en lo poético de la tecnología. Dota
a estos
artilugios de otro sentido diferente
al que habían
tenido inicialmente (cumplir
una función)
y al que después
se habían
visto forzados a exponerse (convertirse
en desechos
inservibles).
A un objeto que estaba en
desuso
lo dota de dinamismo, de la vitalidad que le había
sido arrebatada por nuestra sociedad de consumo, ya
que se basa en la producción de nuevos objetos con mayor capacidad
que los anteriores para que queden desfasados, anticuados y tener que
renovarlos.
El
artista
plantea
que tenemos un problema con nuestra
sociedad de consumo donde
un objeto es
presentado como “novedad” y
al poco tiempo queda desfasado porque ya ha sido reemplazado por otra
innovación.
¿Y
esto que sentido tiene? ¿qué función cumple? La
de consumir y
la de
continuar con la cadena donde cada vez en menor tiempo los productos
quedan obsoletos y
cada
vez hay que cambiarlos con
mayor rapidez
y lo peor es que nos dejamos llevar por ello sin pensar en que
podemos estar cayendo en un gran problema.