ATRAVESAR LOS ALTOS MUROS PARA HALLAR EL ARTE
Sofía Mañero Cerutti
“Dédalo llena de engaños los innumerables
pasajes, y a él mismo le cuesta regresar a la salida, tanto es el artificio de
aquella construcción.”
El artista es capaz de crear objetos alucinantes, capaces de
cobrar sentido y de suscitar reflexiones no solo a quien los ha ideado sino que
también a quien únicamente decide contemplarlos. La pregunta surge sola, ¿Cual es,
por lo tanto, más importante: el creador o lo creado? ¿Es posible que el artista pueda quedar
atrapado por la que es su obra, su creación? Dédalo es un artista gracias a su talento en el arte de la arquitectura y
sin embargo ese talento no le ayudó a la hora de intentar salir de su
laberinto. El propio artista quedó encerrado, paradójicamente, en su propia
obra.
Puede que Mateo Maté reflexionase sobre esto al crear su
obra ya que en ésta se advierte un intento desesperado por atravesar las
paredes que siempre han encerrado y condicionado al artista. El pintor no ha
sido otro que aquel que es capaz de plasmar la realidad en un lienzo de la
mejor manera posible y, aunque con la llegada del siglo XX la concepción del
pintor ha cambiado drásticamente y se ha ampliado, la idea de “plasmar algo” en
un lienzo ha permanecido hasta ahora.
El artista ha intentado, por lo tanto, explicar que el
bastidor de un cuadro puede ser, y de hecho es, arte. Únicamente depende del
observador decidir qué es más importante, si el lienzo o el bastidor que lo
sustenta, que le permite ser una obra de arte. Es por eso que Mateo Maté ha
dado la vuelta a sus cuadros, porque ha decidido que es más importante el
bastidor que el lienzo, que está postrado hacia la pared, sin poder ser visto. El
artista ha atravesado de esta manera los muros del laberinto, ha superado la
tradición pictórica que los artistas arrastran desde la antigüedad.
El observador, pues, dedica su entera atención al conjunto
de maderas que forman el bastidor. Y sin embargo es inevitable no preguntarse
qué habrá más allá de aquellos bastidores, qué es lo que se esconde en la otra
cara de las obras. Este es sin duda el otro enigma que la exposición plantea: el
observador no puede llegar a saber si el artista ha pintado algo en los lienzos.
En efecto, cuando vi las obras mi primer impulso fue querer cogerlas y darles
la vuelta, para poder ver la obra por entero, para resolver el enigma que el
mismo artista nos ha planteado.
Sin embargo, para que mi tarea de llegar a las obras y descubrir
su secreto fuese más ardua, Mateo Maté había colocado cintas separadoras, que
habían adquirido la forma de un laberinto, que dificultaban mi intención de
llegar al final de la sala y guiaban cada uno de mis movimientos. El laberinto,
por lo tanto, vuelve a ser el centro de mi atención: no se trata solo de una
construcción que impide al artista abandonar los cánones marcados por la
historia sino que adquiere un nuevo significado. El camino que un artista tiene
que recorrer para llegar a la creación de una obra no siempre es recto, es más,
sin duda es un camino laberíntico, porque aparentemente hay muchas soluciones
posibles y sin embargo sólo una te conduce a la salida.
En conclusión, la exposición La cara oculta hecha por Mateo Maté presenta varios de los temas
que de seguro atormentan a los artistas contemporáneos, exponiéndolos de una
manera clara, sencilla y muy visible. El
observador, contemplando las obras, es capaz de experimentar los problemas que
asaltaron al artista a la hora de empezar a crear.
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