jueves, 23 de octubre de 2014

Atravesar los altos muros para hallar el arte. Sofía Mañero

ATRAVESAR LOS ALTOS MUROS PARA HALLAR EL ARTE
                                                   Sofía Mañero Cerutti
 “Dédalo llena de engaños los innumerables pasajes, y a él mismo le cuesta regresar a la salida, tanto es el artificio de aquella construcción.”
El artista es capaz de crear objetos alucinantes, capaces de cobrar sentido y de suscitar reflexiones no solo a quien los ha ideado sino que también a quien únicamente decide contemplarlos. La pregunta surge sola, ¿Cual es, por lo tanto, más importante: el creador o lo creado?  ¿Es posible que el artista pueda quedar atrapado por la que es su obra, su creación? Dédalo es un artista gracias a su talento en el arte de la arquitectura y sin embargo ese talento no le ayudó a la hora de intentar salir de su laberinto. El propio artista quedó encerrado, paradójicamente, en su propia obra.
Puede que Mateo Maté reflexionase sobre esto al crear su obra ya que en ésta se advierte un intento desesperado por atravesar las paredes que siempre han encerrado y condicionado al artista. El pintor no ha sido otro que aquel que es capaz de plasmar la realidad en un lienzo de la mejor manera posible y, aunque con la llegada del siglo XX la concepción del pintor ha cambiado drásticamente y se ha ampliado, la idea de “plasmar algo” en un lienzo ha permanecido hasta ahora.
El artista ha intentado, por lo tanto, explicar que el bastidor de un cuadro puede ser, y de hecho es, arte. Únicamente depende del observador decidir qué es más importante, si el lienzo o el bastidor que lo sustenta, que le permite ser una obra de arte. Es por eso que Mateo Maté ha dado la vuelta a sus cuadros, porque ha decidido que es más importante el bastidor que el lienzo, que está postrado hacia la pared, sin poder ser visto. El artista ha atravesado de esta manera los muros del laberinto, ha superado la tradición pictórica que los artistas arrastran desde la antigüedad.
El observador, pues, dedica su entera atención al conjunto de maderas que forman el bastidor. Y sin embargo es inevitable no preguntarse qué habrá más allá de aquellos bastidores, qué es lo que se esconde en la otra cara de las obras. Este es sin duda el otro enigma que la exposición plantea: el observador no puede llegar a saber si el artista ha pintado algo en los lienzos. En efecto, cuando vi las obras mi primer impulso fue querer cogerlas y darles la vuelta, para poder ver la obra por entero, para resolver el enigma que el mismo artista nos ha planteado.
Sin embargo, para que mi tarea de llegar a las obras y descubrir su secreto fuese más ardua, Mateo Maté había colocado cintas separadoras, que habían adquirido la forma de un laberinto, que dificultaban mi intención de llegar al final de la sala y guiaban cada uno de mis movimientos. El laberinto, por lo tanto, vuelve a ser el centro de mi atención: no se trata solo de una construcción que impide al artista abandonar los cánones marcados por la historia sino que adquiere un nuevo significado. El camino que un artista tiene que recorrer para llegar a la creación de una obra no siempre es recto, es más, sin duda es un camino laberíntico, porque aparentemente hay muchas soluciones posibles y sin embargo sólo una te conduce a la salida.

En conclusión, la exposición La cara oculta hecha por Mateo Maté presenta varios de los temas que de seguro atormentan a los artistas contemporáneos, exponiéndolos de una manera clara,  sencilla y muy visible. El observador, contemplando las obras, es capaz de experimentar los problemas que asaltaron al artista a la hora de empezar a crear.

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