El Arte en su Laberinto
Mateo Maté
– “La Cara Oculta”
Carlos Fernández del Moral
En la galería Nieves Fernández (NF) se puede visitar la última
instalación del artista Mateo Maté en la capital. En ella se pueden ver cinco
de las nueve obras que componen la colección que el artista ha realizado bajo la denominación genérica de “La
Cara Oculta”. Esta colección de trabajos ha sido realizada entre los años 1994 y
2014 y dan nombre a la exposición que
nos ocupa. La intención de estos trabajos según el propio artista, es mostrar
la parte no visible del arte, todo aquello que está escondido y que habiendo
sido desde hace tiempo “industrializado”, condiciona de manera decisiva la
creación artística haciendo del arte un fiel reflejo de una sociedad cada vez
más normalizada y homogénea.
Frente a ello, el artista propone
hacer visible esta parte oculta mediante le presentación de cuatro cuadros con
el lienzo hacia la pared y con el bastidor a la vista, en el que nos presenta
diferentes tipos de laberintos realizados en la misma madera, clara y cálida;
además como final de la serie de obras en sala anexa, se exhibe un imposible
bastidor voluminoso y torturado que se denomina “la trampa del artista”.
El número de obras presentadas ha sido claramente acotado por el
recoleto espacio de la galería, que sin embargo les proporciona una cercanía e
intimidad (más en mi caso, que fui la única persona en la galería durante mi
estancia) que encaja perfectamente con el ambiente de introspección y
laberíntico que desprenden. El recorrido que hemos de realizar durante la visita ha de transcurrir por un grupo
de caminos acotados por catenarias que pueblan la sala de exposición, que por
un lado condiciona nuestro movimiento contemplativo; pero por otro, nos obliga a explorar puntos de
vista diferentes a los “normales”. Con todo ello se evoca la dificultad que entraña esta parte
no protagonista del arte y de la multitud de encrucijadas que hay encerradas en el proceso de creación artística
y el disfrute de su resultado.
La alegoría de Arte en su laberinto y la necesidad de explorar nuevas
formas de equilibrar todos los elementos que lo hacen posible, me viene a la
mente de inmediato. Se me antoja difícil y extenuante la salida de este
laberinto sin un hilo de Ariadna que permita transitar por no sólo por los caminos
de opciones estéticas, como los nuevos formatos y canales de expresión, las
nuevas ideas y conceptos artísticos o las funciones del arte en los momentos actuales;
si no también por todos aquellos que le dan soporte, la mercadotecnia, el
acceso al público, las galerías, el mecenazgo, las instituciones tanto públicas,
como privadas. Viéndose reflejados todos ellos en los desnudos e intrincados
bastidores que se ofrecen sin pudor a la contemplación.
Encontrar la salida del laberinto es y ha sido siempre el dilema de la
creación artística para modelar y encarnar los anhelos, usos y sentimientos que subyacen
en la sociedad a la que se dirige; aportando un cauce que permita la expresión
cultural -en su sentido más amplio- de la vida. Y me temo que esta tarea es un castigo
equiparable al que Sísifo mereció engañando a la muerte; ya que, es el final del laberinto el que nos
devuelve al punto de partida y cada vez que encontramos esa salida, el
laberinto ¡es otro!
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