jueves, 2 de octubre de 2014

Pan y Circo
Carmen García Casquero


            De pequeños aprovechábamos al máximo nuestro tiempo libre jugando y realizando diversas actividades, generalmente en la calle. Disfrutábamos cada minuto del día y nos desentendíamos de todo tipo de preocupaciones, porque en aquel momento la máxima era saber, por ejemplo, que cenaríamos o cuánto tiempo podríamos estar viendo la televisión aquella noche. Hoy en día todo resulta diferente; somos mayores y a la par que los años, las preocupaciones van en aumento. Vivimos en una sociedad en la que prevalece la reivindicación, y en la que cada uno tiene un punto de vista diferente sobre los temas que nos conciernen; por lo que resulta difícil el ponerse todos de acuerdo. Nuestra respuesta hacia aquello de lo que no estamos de acuerdo es la protesta y la reclamación de lo que nos pertenece. Desde siempre se aprovechaba la plaza, el espacio al aire libre, para comentar y debatir dichos temas; pero fue a partir de la segunda mitad del S.XIX cuando ese tiempo libre comenzó a transformarse en tiempo de consumo. Más adelante el espacio público de juego se revalorizó y se convirtió en un lugar dónde lo importante era la libertad infantil. Se empleaban también esos espacios para celebrar fiestas o eventos de la zona: algo a destacar eran los carnavales, los cuales se empezaron a usar como herramientas políticas con las que se intentaba cambiar de opinión al resto de los ciudadanos.

            Los carnavales son una festividad que se celebran desde siempre; hay quien dice que su origen tiene que ver con las fiestas que se hacían en honor al dios del vino Baco, pues son fiestas paganas. Todo comenzó, según afirman algunos historiadores, hace más de 5000 años en el antiguo Egipto y sus alrededores, y que la costumbre se expandió por Europa hasta llegar a tierras americanas por los navegantes procedentes de la Península a partir del S.XV. Suelen tener la función de celebración, pero no siempre es así pues como se da el caso en la exposición, a veces se usa como modo de protesta o incluso como instrumento político. Esta última función sigue vigente en la actualidad, como se da habitualmente en el Carnaval de Cádiz, dónde se critica al Gobierno. En "Playgrounds, reinventar la plaza" se critica el consumismo pues a día de hoy nos hallamos en una época presente consumista a la par que alienada, dónde prevalece el qué dirán y el día a día sin importar el mañana, el futuro.

            El conocido filósofo Kant plantea una teoría sobre el juego: la teoría catártica. Defendía el juego como un acicate que servía al organismo para impulsar su crecimiento y desalojar las proposiciones antisociales con los que todo niño, según él, llega al mundo. Sostenía que todos aquellos impulsos que pudieran ser nocivos en el niño por causas que ya existían, obtenían en el juego una salida inocente al actuar como medio purificador de las tendencias antisociales ya mencionadas. Esta teoría sustenta el llamado "pan y circo"  pues al darle al pueblo espectáculo lo mantiene tranquilo y aleja con su catarsis a su mente de temas que los políticos consideran más importantes como es el poder y el dinero. Es por eso por lo que se le da tanta importancia al juego, como al espacio público que se le dedica; aunque en ocasiones se aprovechen de ello.


            Por todo ello, lo que la exposición "Playgrounds, reinventar la plaza" trata de explicar es la importancia de los carnavales en el mundo, así como la del tiempo libre. En una época dónde había constantes protestas y crisis, era importante para el pueblo el desconectar de lo cotidiano y evadirse de los problemas diarios con un poco de ocio, y para los que mandan el convencer a los ciudadanos acerca de ciertas teorías o actuaciones políticas a través de los carnavales. 

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