Pan y Circo
Carmen García Casquero
De pequeños aprovechábamos al máximo
nuestro tiempo libre jugando y realizando diversas actividades, generalmente en
la calle. Disfrutábamos cada minuto del día y nos desentendíamos de todo tipo
de preocupaciones, porque en aquel momento la máxima era saber, por ejemplo,
que cenaríamos o cuánto tiempo podríamos estar viendo la televisión aquella
noche. Hoy en día todo resulta diferente; somos mayores y a la par que los años,
las preocupaciones van en aumento. Vivimos en una sociedad en la que prevalece
la reivindicación, y en la que cada uno tiene un punto de vista diferente sobre
los temas que nos conciernen; por lo que resulta difícil el ponerse todos de
acuerdo. Nuestra respuesta hacia aquello de lo que no estamos de acuerdo es la
protesta y la reclamación de lo que nos pertenece. Desde siempre se aprovechaba
la plaza, el espacio al aire libre, para comentar y debatir dichos temas; pero
fue a partir de la segunda mitad del S.XIX cuando ese tiempo libre comenzó a transformarse
en tiempo de consumo. Más adelante el espacio público de juego se revalorizó y
se convirtió en un lugar dónde lo importante era la libertad infantil. Se
empleaban también esos espacios para celebrar fiestas o eventos de la zona:
algo a destacar eran los carnavales, los cuales se empezaron a usar como
herramientas políticas con las que se intentaba cambiar de opinión al resto de los
ciudadanos.
Los carnavales son una festividad
que se celebran desde siempre; hay quien dice que su origen tiene que ver con
las fiestas que se hacían en honor al dios del vino Baco, pues son fiestas
paganas. Todo comenzó, según afirman algunos historiadores, hace más de 5000
años en el antiguo Egipto y sus alrededores, y que la costumbre se expandió por
Europa hasta llegar a tierras americanas por los navegantes procedentes de la Península
a partir del S.XV. Suelen tener la función de celebración, pero no siempre es
así pues como se da el caso en la exposición, a veces se usa como modo de
protesta o incluso como instrumento político. Esta última función sigue vigente
en la actualidad, como se da habitualmente en el Carnaval de Cádiz, dónde se
critica al Gobierno. En "Playgrounds, reinventar la plaza" se critica
el consumismo pues a día de hoy nos hallamos en una época presente consumista a
la par que alienada, dónde prevalece el qué dirán y el día a día sin importar
el mañana, el futuro.
El conocido filósofo Kant plantea
una teoría sobre el juego: la teoría catártica. Defendía el juego como un
acicate que servía al organismo para impulsar su crecimiento y desalojar las
proposiciones antisociales con los que todo niño, según él, llega al mundo. Sostenía
que todos aquellos impulsos que pudieran ser nocivos en el niño por causas que
ya existían, obtenían en el juego una salida inocente al actuar como medio
purificador de las tendencias antisociales ya mencionadas. Esta teoría sustenta
el llamado "pan y circo" pues
al darle al pueblo espectáculo lo mantiene tranquilo y aleja con su catarsis a
su mente de temas que los políticos consideran más importantes como es el poder
y el dinero. Es por eso por lo que se le da tanta importancia al juego, como al
espacio público que se le dedica; aunque en ocasiones se aprovechen de ello.
Por todo ello, lo que la exposición "Playgrounds,
reinventar la plaza" trata de explicar es la importancia de los carnavales
en el mundo, así como la del tiempo libre. En una época dónde había constantes
protestas y crisis, era importante para el pueblo el desconectar de lo
cotidiano y evadirse de los problemas diarios con un poco de ocio, y para los
que mandan el convencer a los ciudadanos acerca de ciertas teorías o
actuaciones políticas a través de los carnavales.
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