La leyenda de la Ciudad sin Nombre
Carlos Fernández del Moral
Ángel
Marcos – “Alrededor del Sueño 4 [Madrid]”
El fotógrafo vallisoletano Ángel Marcos ha aprovechado la
infraestructura del primer depósito elevado de agua de Madrid (1898) para
exponer una selección de su numerosa obra “Alrededor del Sueño”. En este marco
decimonónico nos presenta más de 200 fotografías, 2 videos y dos conjuntos de
elementos de acero con fotografías retroiluminadas.
En esta instalación y con la serie de fotos de Madrid como columna
vertebral nos presenta también escenas de ciudades como Nueva York, La Habana
y Shanghái. Con escenarios que van desde
el sueño americano a la nostalgia comunista o al productivismo salvaje de China
pasando por los de la Europa del sur, centrados en Madrid y va desgranando,
foto a foto, su particular visión de la ciudad como elemento globalizado y
desprovisto de la humanidad a la que teóricamente sirve.
Como aproximación conceptual de la obra expuesta yo recomiendo su
contemplación y análisis siguiendo un itinerario de arriba abajo; esto es
comenzando por las obras del último piso y acabando con los pies en la tierra.
Para ello hay que comenzar por subir hasta la última planta de la torre y desde
allí, por un pequeño tramo de escaleras, introducirse en el antiguo depósito
donde en una noche sin estrellas podemos ver un vídeo de la residencia de
estudiantes de Madrid mientras que la voz de José Ortega y Gasset, traída desde
los inicios del pasado siglo, nos enuncia el papel que la vieja Europa ha de jugar
en la cultura mundial de ese tiempo.
Abandonando el ambiente genésico del depósito comenzamos un viaje
descendente por el interior de la torre, que cual Gargantúa hambriento nos
devora, mostrándonos las múltiples facetas
antagónicas de los espacios urbanos, a través del ojo de Ángel Marcos
desde lo monumental a lo corriente, de lo nuevo a lo viejo, de lo panorámico al detalle, de lo
elegante a lo vulgar desde el centro a la periferia. Pero siempre con la
sensación de que aunque el espacio urbano
es casi ajeno al hombre e incluso agresivo con él, refleja desde un punto de
vista trágico, los anhelos, objetivos y sueños de una sociedad sin personas.
En este viaje sensorial, a menudo, perdemos la noción de las fronteras
entre los diversos lugares que la muestra refleja, haciéndonos conscientes de
los elementos globales que unen estas ciudades y la ubicuidad de determinados
“patrones” que condicionan a la humanidad actual, el consumo y el economicismo.
Estos patrones están generando un desarrollo
propio de nuestro hábitat que requiere una alta dosis de eficacia en la
adaptación a los cambios del mercado, lo que produce unos entornos
homogenizados, en donde el individuo es desplazado por el productor/consumidor
y en donde los espacios y lugares, con funciones sociales en la visión más clásica
del ágora, han sido invadidos por el consumismo o recluidos a la marginalidad. Es por ello que sentimos que los todos lugares, paisajes y sueños se parecen entre sí, más de lo que a primera vista se nos había
antojado. Haciendo nos confundir Madrid con Shanghái o Nueva York y viceversa.
Una vez que tocamos de nuevo “suelo” y como relajado final encontramos
un remedo de la naturaleza en un jardín de césped artificial, acero y fotos
retroalimentadas; en el que una sillas
nos permiten sentarnos relajados y con música de chelo a meditar, que como en
la Ciudad sin Nombre, de la película que rememora el título, la búsqueda del “dios”
oro nos ha llevado a vender nuestra alma al diablo y aceptar a una ciudad transformada
en algo ajeno y extraño, donde nos es cada vez más difícil vivir.
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