miércoles, 29 de octubre de 2014

La Leyenda de la Ciudad sin Nombre

La leyenda de la Ciudad sin Nombre
Carlos Fernández del Moral
Ángel Marcos – “Alrededor del Sueño 4 [Madrid]”

El fotógrafo vallisoletano Ángel Marcos ha aprovechado la infraestructura del primer depósito elevado de agua de Madrid (1898) para exponer una selección de su numerosa obra “Alrededor del Sueño”. En este marco decimonónico nos presenta más de 200 fotografías, 2 videos y dos conjuntos de elementos de acero con fotografías retroiluminadas.

En esta instalación y con la serie de fotos de Madrid como columna vertebral nos presenta también escenas de ciudades como Nueva York, La Habana y  Shanghái. Con escenarios que van desde el sueño americano a la nostalgia comunista o al productivismo salvaje de China pasando por los de la Europa del sur, centrados en Madrid y va desgranando, foto a foto, su particular visión de la ciudad como elemento globalizado y desprovisto de la humanidad a la que teóricamente sirve.

Como aproximación conceptual de la obra expuesta yo recomiendo su contemplación y análisis siguiendo un itinerario de arriba abajo; esto es comenzando por las obras del último piso y acabando con los pies en la tierra. Para ello hay que comenzar por subir hasta la última planta de la torre y desde allí, por un pequeño tramo de escaleras, introducirse en el antiguo depósito donde en una noche sin estrellas podemos ver un vídeo de la residencia de estudiantes de Madrid mientras que la voz de José Ortega y Gasset, traída desde los inicios del pasado siglo, nos enuncia el papel que la vieja Europa ha de jugar en la cultura mundial de ese tiempo.

Abandonando el ambiente genésico del depósito comenzamos un viaje descendente por el interior de la torre, que cual Gargantúa hambriento nos devora, mostrándonos las múltiples facetas   antagónicas de los espacios urbanos, a través del ojo de Ángel Marcos desde lo monumental a lo corriente, de lo nuevo a lo  viejo, de lo panorámico al detalle, de lo elegante a lo vulgar desde el centro a la periferia. Pero siempre con la sensación de que aunque el espacio  urbano es casi ajeno al hombre e incluso agresivo con él, refleja desde un punto de vista trágico, los anhelos, objetivos y sueños de una sociedad sin personas.

En este viaje sensorial, a menudo, perdemos la noción de las fronteras entre los diversos lugares que la muestra refleja, haciéndonos conscientes de los elementos globales que unen estas ciudades y la ubicuidad de determinados “patrones” que condicionan a la humanidad actual, el consumo y el economicismo. Estos patrones están generando un desarrollo  propio de nuestro hábitat que requiere una alta dosis de eficacia en la adaptación a los cambios del mercado, lo que produce unos entornos homogenizados, en donde el individuo es desplazado por el productor/consumidor y en donde los espacios y lugares, con funciones sociales en la visión más clásica del ágora, han sido invadidos por el consumismo o recluidos a la marginalidad.   Es por ello que sentimos que los todos lugares,  paisajes y sueños se parecen entre sí,  más de lo que a primera vista se nos había antojado. Haciendo nos confundir Madrid con Shanghái o Nueva York y viceversa.


Una vez que tocamos de nuevo “suelo” y como relajado final encontramos un remedo de la naturaleza en un jardín de césped artificial, acero y fotos retroalimentadas;  en el que una sillas nos permiten sentarnos relajados y con música de chelo a meditar, que como en la Ciudad sin Nombre, de la película que rememora el título, la búsqueda del “dios” oro nos ha llevado a vender nuestra alma al diablo y aceptar a una ciudad transformada en algo ajeno y extraño, donde nos es cada vez más difícil vivir.

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