Érase una generación a un móvil
pegada”
(Lydia Esteban Zaloña)
El
concepto de juego, es y ha sido, una forma de distracción y evasión frente a la
rutina del día a día, los interminables deberes o como recompensa por tu
esfuerzo tras un largo día de colegio. Éste no entiende de edades, ya que lo
practican, desde los más pequeños, hasta los ancianos en el parque que se
apuestan la prótesis de la cadera en una partida de petanca. Los juegos, llevan
practicándose desde hace miles de años, como es el caso de los romanos, donde
los niños jugaban con simples piedras, hasta más o menos mi generación, la de
los noventa, en la que se solía jugar con Barbies o coches de carreras. Ahora
bien, de esta generación en adelante, sólo puedo ver pequeños Steve Jobs en el
metro o por la calle, pegados a un iphone o videoconsola que apenas les cabe en
la palma de la mano y que a veces parece que se encuentran en una dimensión
paralela. La pregunta es: ¿en qué ha cambiado el modo de jugar de los niños? Y
sobretodo, ¿por qué?
Al
visitar la exposición “Playgrounds,
reinventando la Plaza” en el museo Reina Sofía de Madrid, una de las ideas
por la que este conjunto de obras no te deja indiferente, es la evolución
plasmada en fotografías y con rudimentarios juguetes o cachivaches de como el
concepto de juego se ha ido deformando en apenas unas décadas. En cierto
sentido, esta exposición es un grito de auxilio para hacer ver el propósito
inicial del juego, que no era otro que el de hacer amistades con otros niños,
interrelacionarse y compartir un espacio público común. Esta es la idea
principal que recogen los comisarios de la exposición Manuel Borja-Villel, Teresa Velázquez y Tamara
Díaz. “Playgrounds”
está formada por una colección de aproximadamente
trescientas obras entre fotografías, esculturas, videos...
Una vez resuelto el concepto del juego como
un fin lúdico, se debe aclarar el origen de este “playgrounds”. A principios del siglo XX, las ciudades
milimétricamente planificadas y a su vez destruidas por la guerra, sirvieron
como escenario para este “playgrounds”, que
no era otra cosa, que un espacio público de juego.
Por otro lado, cuando observamos todas las
fotografías de la exposición, vemos numerosos juguetes en vitrinas o mismamente
cuando lo sacamos del envoltorio y vemos unas instrucciones del tamaño de un antiguo
pergamino Egipcio, o vete tú a saber de dónde...¿Somos realmente libres
jugando? Rotundamente la respuesta es no. Es decir en el mercado venden muñecas
guapísimas, artificiales y varias capas por encima del maquillaje una cubierta
de plástico. Pero el verdadero sentido de jugar, es el de fabricar nuestros
propios juguetes, como se muestra en las fotografías de la exposición, en las
que los niños son felices con unas cuantas chapas y un par de lineas
estratégicamente colocadas en forma de portería, donde ni la red más larga del
mundo puede compararse con ésta ingeniosa labor. Como citó Leonardo Da Vincci:
“donde el alma no trabaja junto con las manos, ahí, no hay
arte”. Es este espacio, el “playgrounds” el que posibilita que puedan desarrollarse los juegos
de miles de niños, adultos, y que personas como tú y como yo, tengamos un
espacio de libertad dentro de una gran ciudad marcada por los convencionalismos
y la falta de libertad.
Por último, cabe destacar la idea de emplear
el carnaval, como un elemento, además de diversión y de juego, de protesta. Así
ocurrió cuando un grupo de estudiantes universitarios, protagonizaron el
carnaval caraqueño de 1928 a modo de protesta educativa y, que condujo a un enfrentamiento con el
régimen de Juan Vicente Gómez.
No hay comentarios:
Publicar un comentario