jueves, 2 de octubre de 2014

Érase una generación a un móvil pegada”
(Lydia Esteban Zaloña)
El concepto de juego, es y ha sido, una forma de distracción y evasión frente a la rutina del día a día, los interminables deberes o como recompensa por tu esfuerzo tras un largo día de colegio. Éste no entiende de edades, ya que lo practican, desde los más pequeños, hasta los ancianos en el parque que se apuestan la prótesis de la cadera en una partida de petanca. Los juegos, llevan practicándose desde hace miles de años, como es el caso de los romanos, donde los niños jugaban con simples piedras, hasta más o menos mi generación, la de los noventa, en la que se solía jugar con Barbies o coches de carreras. Ahora bien, de esta generación en adelante, sólo puedo ver pequeños Steve Jobs en el metro o por la calle, pegados a un iphone o videoconsola que apenas les cabe en la palma de la mano y que a veces parece que se encuentran en una dimensión paralela. La pregunta es: ¿en qué ha cambiado el modo de jugar de los niños? Y sobretodo, ¿por qué?

Al visitar la exposición “Playgrounds, reinventando la Plaza” en el museo Reina Sofía de Madrid, una de las ideas por la que este conjunto de obras no te deja indiferente, es la evolución plasmada en fotografías y con rudimentarios juguetes o cachivaches de como el concepto de juego se ha ido deformando en apenas unas décadas. En cierto sentido, esta exposición es un grito de auxilio para hacer ver el propósito inicial del juego, que no era otro que el de hacer amistades con otros niños, interrelacionarse y compartir un espacio público común. Esta es la idea principal que recogen los comisarios de la exposición Manuel Borja-Villel, Teresa Velázquez y Tamara Díaz. “Playgrounds” está formada por una colección de aproximadamente trescientas obras entre fotografías, esculturas, videos...

Una vez resuelto el concepto del juego como un fin lúdico, se debe aclarar el origen de este “playgrounds”. A principios del siglo XX, las ciudades milimétricamente planificadas y a su vez destruidas por la guerra, sirvieron como escenario para este “playgrounds”, que no era otra cosa, que un espacio público de juego.

Por otro lado, cuando observamos todas las fotografías de la exposición, vemos numerosos juguetes en vitrinas o mismamente cuando lo sacamos del envoltorio y vemos unas instrucciones del tamaño de un antiguo pergamino Egipcio, o vete tú a saber de dónde...¿Somos realmente libres jugando? Rotundamente la respuesta es no. Es decir en el mercado venden muñecas guapísimas, artificiales y varias capas por encima del maquillaje una cubierta de plástico. Pero el verdadero sentido de jugar, es el de fabricar nuestros propios juguetes, como se muestra en las fotografías de la exposición, en las que los niños son felices con unas cuantas chapas y un par de lineas estratégicamente colocadas en forma de portería, donde ni la red más larga del mundo puede compararse con ésta ingeniosa labor. Como citó Leonardo Da Vincci: “donde el alma no trabaja junto con las manos, ahí, no hay arte”. Es este espacio, el “playgrounds” el que posibilita que puedan desarrollarse los juegos de miles de niños, adultos, y que personas como tú y como yo, tengamos un espacio de libertad dentro de una gran ciudad marcada por los convencionalismos y la falta de libertad.


Por último, cabe destacar la idea de emplear el carnaval, como un elemento, además de diversión y de juego, de protesta. Así ocurrió cuando un grupo de estudiantes universitarios, protagonizaron el carnaval caraqueño de 1928 a modo de protesta educativa y,  que condujo a un enfrentamiento con el régimen de Juan Vicente Gómez. 

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