jueves, 2 de octubre de 2014

LA CALLE, EL GERMEN DE LA SOCIEDAD
Enrique Gómez Ávila
Playgrounds: reinventar la plaza es una exposición que toma como base el término inglés playground  que significa lugar de recreo. Por lo tanto, esta exposición se basa en la influencia de estos espacios destinados al divertimento humano en la confección de la sociedad actual desde inicios de la modernidad hasta la actualidad, teniendo como escenario “la calle”.
Playgrounds  arranca motores transportándonos al mundo carnavalesco, donde el libertinaje y la fiesta se adueñan de un individuo transformado en algo grotesco y ridículo con el objetivo de aspirar hacia un nuevo mundo alejado del presente, en el cual puede hacer lo que quiera y en el que los problemas de la vida cotidiana no tienen cabida en su raciocinio, en su “nuevo y efímero ser”.  Mediante material audiovisual (un tanto siniestro y espectrante) y grabados de artistas como Goya, nos explica la mecánica del carnaval y su concepción en las distintas épocas de la historia reciente. El carnaval se enfoca de un modo anti-sistema, como una escapada, un soplo de aire fresco ante la presión que experimenta el ser humano con la globalización, ligado a los deseos de rebeldía del renegado contra la sociedad globalizadora.
Tras salir del carnaval inicial, nos encontramos con la defensa de un derecho, para mi fundamental en mi vida, el derecho a la pereza. Mediante obras cutrefactas de artistas con nombres rimbombantes, se expresa la defensa de este derecho y el total rechazo a la completa explotación del trabajador, reclamando que el empresario estructure las jornadas laborales en base al respeto por la pereza del prójimo.
Sin salir de las salas del Reina Sofía, nos adentramos en una serie de fotos que nos introducen como en una serie de espacios degradados, verdaderos vertederos en donde uno se sorprende de la imbecilidad de la gente al jugar y pasar sus ratos libres en esos lúgubres lugares. Incluso en algunas de las numerosas fotos expuestas, se veía como la gente se bañaba en el mismo punto donde desembocaban las aguas residuales de una fábrica de extrarradio a un rio.
Para cortar el tono lúdico de la exposición de manera rotunda, ésta se adentra en temas políticos que intenta relacionar con el juego para politizar al personal de una manera un tanto sutil sin perder el hilo de la exposición, el juego. En concreto se adentra en el conflicto de la Guerra Fría y en como la sociedad, y por tanto el juego y los playgrounds ante este acontecimiento. Otro tema en el que se centra es en la reinvención del espacio público como tapadera de toda una campaña de publicidad a favor de movimientos de carácter perroflautístico como el 15-M y otras semejantes en los cuales participa un tipo determinado de gente que potencialmente pertenece a partidos como Podemos, partidos y asociaciones que se quejan del sistema pero a la vez lo componen y del cual chupan.
Dejo a un lado el bombardeo de ideas políticas para pasar a otro bombardeo pero de ruidos estridentes de niños jugando en un parquecillo infantil realizado en el Moderna Museet de Estocolmo por parte de un artista, el cual retrató dicho experimento artístico a través del extenso material fotográfico expuesto en varias salas, además de ir acompañado de numerosos videos que muestran a los niños correteando y jugando como si no hubiera mañana.

Para concluir, me gustaría hablar de una pieza de la exposición que personalmente me produjo admiración: un balancín en medio de una sala en la que podías escuchar como un hombre, con voz de salido mental y pajillero obseso, gritaba piropos dirigidos a su, como el mismo hace entender, estratosférico pene. Con esto uno se hace a la idea de la seriedad de la exposición, que más que ser un evento artístico es un evento de carácter sociológico y moralizante.

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