Abre los ojos
Ángel
Marcos
Patricia Carbón Garzón
Abre los ojos. ¿O acaso quieres perderte lo que
las ciudades tienen que ofrecerte? Laberintos, contrastes, riqueza y pobreza.
¿Podemos considerar las ciudades como un miniuniverso? Vaya que sí. Universos
con eslogan propio, que venden una imagen idílica de ellos mismos. Una imagen
que la exposición de Ángel Marcos va a intentar destripar.
Ante nosotros se haya La Ciudad, abierta en canal
para que podamos observar sus vísceras. Y, también, meternos en ellas. Para
poder conocerla profundamente, tenemos que fusionarnos con las tripas,
entrañas, sangre y carne. La mente alerta, que no se nos escape ni un solo
detalle.
Así es cómo podemos ver Madrid de la mano de Ángel
Marcos. Su exposición, llamada ‘’Alrededor del sueño 4’’ nos acompaña en un
recorrido por toda la ciudad, señalando
elementos dispares; desde los monumentos más famosos hasta los rincones más
escondidos. El contraste que toda ciudad vive en su día a día es palpable desde
el inicio de la exposición. Una imagen de la urbe que no se limita a lo que el
turismo quiere vender; el encanto de una ciudad puede encontrarse también en
los callejones más oscuros y en la naturaleza más salvaje. Porque Marcos intenta,
a su vez, enseñarnos cómo la ciudad de Madrid no es fácil de atrapar con la cámara;
cómo su arquitectura, en ocasiones poco fotogénica, es distinta a la de otras
grandes ciudades como Nueva York o Shanghái. Sin una densidad constructiva
notable, paseando por Madrid encontramos rascacielos al lado de descampados;
zonas residenciales que tienen como objetivo meternos en la cabeza una idea
preconcebida de la gente que vive en ellas; zonas cuidadas y zonas abandonadas.
La ciudad se convierte en un reflejo de la vida misma y de toda una España marcada
por el capitalismo y la ideología política; la publicidad abundante y la
presencia camuflada de las banderas monárquicas, que invaden los edificios importantes
como condecoración nacionalista, es un recuerdo permanente de un país que,
aunque apoye el camino del progreso, sigue estancado en un pensamiento un tanto
retrógrado que conmemora la historia pasada –o al menos la historia pasada que
ha sido reescrita–.
Pero no sólo nos adentramos en Madrid. La primera
planta de la exposición, situada en el Canal de Isabel II, muestra una pequeña
introducción a una serie de fotografías de ciudades tan distintas entre sí como
Shanghái, Nueva York y La Habana, que se complementan con otras expuestas en la
última planta.
En el caso de Nueva York, Ángel Marcos hace uso de
programas como el photoshop para editar las fotografías y añadir en los
carteles publicitarios del mar de rascacielos elementos al azar como perros, lo
que nos hacen dirigir una mirada crítica al abrumador programa publicitario que
invade sus calles. Además, otras fotografías nos muestran un lado que rompe con
la idea idealizada del sueño americano que tanto quiso quebrar Arthur Miller:
las periferias de Manhattan nos abren la perspectiva hacia un mundo totalmente
nuevo.
Las fotografías de La Habana están llenas de
simbolismo político. Del comunismo que falló, de la revolución y la gente superviviente
que sigue luchando sin descanso. En Shanghái vemos una gran nube de propaganda
que, a diferencia de en las anteriores, es cívica.
El buen uso que le ha dado Marcos al lugar, amoldándolo
a la exposición y convirtiéndolo en urbe gracias al rascacielos de fotografías
con luz propia y la sutil mezcla de parque y ciudad de la primera planta, es
sin duda uno de los elementos clave que convierte el recorrido en un sueño. El
sueño del ciudadano que sólo puede redescubrir la ciudad en su tiempo libre, el
que vive sin poder ver los detalles que más la enriquecen; el sueño del turista
que lo observa todo con ojos brillantes e idealiza todo lo que su mirada toca.
Un sueño que, además de enriquecerlo, lo desgarra.
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