Laura Moreno Orejas. Historia del
arte. Primer Curso
La exposición la cara
oculta, muestra a un artista del siglo XXI. La trayectoria de Mateo Maté ya te
pone en sobre aviso sobre lo que vas a encontrarte una vez que llegues a la
galería; y, al llegar, te sorprendes por un inmenso laberinto hecho con los
separadores de tela que suelen usarse en teatros, museos, cines, y ahora
también, como obra de arte. La obra principal son unos laberintos que cuelgan
de la pared, hechos de madera y con fondo blanco, y no es hasta que hablamos
con el autor cuando nos explica que en realidad son los bastidores de los
lienzos, es decir, esos listones de madera que sirven de soporte a la tela
blanca sobre la que se realizan las pinturas. Estos laberintos sin salida
intentan actuar como “trampa” porque, salvo para algunos expertos, el hecho de
que esos laberintos son en realidad los bastidores, habría pasado
desapercibido, lo que al mismo tiempo genera una broma muy enrevesada e
inteligente. Maté nos enseña la parte “fea” de un cuadro, demostrando que en
realidad no es feo, ni bonito, solo depende de cómo lo mires, y así es como lo
ve el.
Aunque el arte contemporáneo
no es fácil de entender, y además no siempre gusta, este artista lo tiene muy
claro, declarando: “que no le guste a la gente no es motivo para dejar de hacer
algo”. En este caso, los laberintos son una buena metáfora de la vida y
también, del arte. Al adentrarte en un laberinto ya piensas en la salida,
aunque lleves tres segundos dentro e, incluso, aunque te encante lo que pueda
haber ahí. Tu objetivo es salir. Sin embargo, los laberintos de madera no
tienen salida, y aún así te descubres a ti mismo recorriéndolos con los ojos
buscando como salir, obligándote a mirar y a pensar por qué alguien no querría
poner salida a un laberinto. Aquí podría estar la clave, o la razón, si es que
la hay, de que no tengan salida. A veces es necesario perderse, andar y vivir
sin buscar una salida, simplemente para disfrutar del mundo que nos rodea,
olvidar los prejuicios, lo que es bonito y lo que no. Así es, la exposición de
Mateo Maté, y así es, también, el arte contemporáneo. Al encontrarte ante un
laberinto de bastidores estás viendo que es posible hacer arte, hacer algo
significativo con un trozo de madera que siempre está de cara a la pared,
olvidado. Por lo tanto, mientras recorres el laberinto es importante dudar. Esa
duda que cada vez se disipa más y más, dudar de la obra de arte e incluso del
propio artista, dudar de si en ese laberinto hay salida, si vas por la dirección
correcta, dudar de si parar un rato a disfrutar de lo que hay a nuestro
alrededor y dudar de si queremos continuar.
Para Mateo Maté el arte es
algo más que una forma de vivir o de hablar, tanto él, como sus obras, hacen
pensar a la gente. Puede que no haya conseguido “gustar”, puede incluso que no
todos los que ven los bastidores o recorren su laberinto de cintas entiendan el
motivo de las mismas, pero en palabras del propio autor “¡el arte no tiene que
darte las respuestas!”, y esta “cara oculta” te hace mirar desde otra
perspectiva, te obliga a hacerte preguntas. Te obliga a pensar. Te obliga a ver
arte en sitios desconocidos, que esperan a ser descubiertos.
Puede que la mayor parte del
mundo entienda el trabajo de un artista como es Mateo Maté, pero que el siga
haciendo lo suyo, y que haya gente a la que sí ha llegado, es un buen ejemplo de
lo que significa el arte y, en su caso, ser artista.
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