lunes, 22 de septiembre de 2014

Piérdete en el laberinto.

Laura Moreno Orejas. Historia del arte. Primer Curso

La exposición la cara oculta, muestra a un artista del siglo XXI. La trayectoria de Mateo Maté ya te pone en sobre aviso sobre lo que vas a encontrarte una vez que llegues a la galería; y, al llegar, te sorprendes por un inmenso laberinto hecho con los separadores de tela que suelen usarse en teatros, museos, cines, y ahora también, como obra de arte. La obra principal son unos laberintos que cuelgan de la pared, hechos de madera y con fondo blanco, y no es hasta que hablamos con el autor cuando nos explica que en realidad son los bastidores de los lienzos, es decir, esos listones de madera que sirven de soporte a la tela blanca sobre la que se realizan las pinturas. Estos laberintos sin salida intentan actuar como “trampa” porque, salvo para algunos expertos, el hecho de que esos laberintos son en realidad los bastidores, habría pasado desapercibido, lo que al mismo tiempo genera una broma muy enrevesada e inteligente. Maté nos enseña la parte “fea” de un cuadro, demostrando que en realidad no es feo, ni bonito, solo depende de cómo lo mires, y así es como lo ve el.
Aunque el arte contemporáneo no es fácil de entender, y además no siempre gusta, este artista lo tiene muy claro, declarando: “que no le guste a la gente no es motivo para dejar de hacer algo”. En este caso, los laberintos son una buena metáfora de la vida y también, del arte. Al adentrarte en un laberinto ya piensas en la salida, aunque lleves tres segundos dentro e, incluso, aunque te encante lo que pueda haber ahí. Tu objetivo es salir. Sin embargo, los laberintos de madera no tienen salida, y aún así te descubres a ti mismo recorriéndolos con los ojos buscando como salir, obligándote a mirar y a pensar por qué alguien no querría poner salida a un laberinto. Aquí podría estar la clave, o la razón, si es que la hay, de que no tengan salida. A veces es necesario perderse, andar y vivir sin buscar una salida, simplemente para disfrutar del mundo que nos rodea, olvidar los prejuicios, lo que es bonito y lo que no. Así es, la exposición de Mateo Maté, y así es, también, el arte contemporáneo. Al encontrarte ante un laberinto de bastidores estás viendo que es posible hacer arte, hacer algo significativo con un trozo de madera que siempre está de cara a la pared, olvidado. Por lo tanto, mientras recorres el laberinto es importante dudar. Esa duda que cada vez se disipa más y más, dudar de la obra de arte e incluso del propio artista, dudar de si en ese laberinto hay salida, si vas por la dirección correcta, dudar de si parar un rato a disfrutar de lo que hay a nuestro alrededor y dudar de si queremos continuar.
Para Mateo Maté el arte es algo más que una forma de vivir o de hablar, tanto él, como sus obras, hacen pensar a la gente. Puede que no haya conseguido “gustar”, puede incluso que no todos los que ven los bastidores o recorren su laberinto de cintas entiendan el motivo de las mismas, pero en palabras del propio autor “¡el arte no tiene que darte las respuestas!”, y esta “cara oculta” te hace mirar desde otra perspectiva, te obliga a hacerte preguntas. Te obliga a pensar. Te obliga a ver arte en sitios desconocidos, que esperan a ser descubiertos.

Puede que la mayor parte del mundo entienda el trabajo de un artista como es Mateo Maté, pero que el siga haciendo lo suyo, y que haya gente a la que sí ha llegado, es un buen ejemplo de lo que significa el arte y, en su caso, ser artista.

No hay comentarios:

Publicar un comentario