lunes, 29 de septiembre de 2014

Cómo practicar la reanimación cardiopulmonar a una calculadora- Ana Moreno Fernández


Como si se tratase de un desfibrilador, sobre un cuerpo moribundo Canogar nos incide con proyecciones de luz sobre chatarra electrónica. Estos materiales abandonados reviven ante nuestros ojos, invocándonos recuerdos, e ilusiones de épocas pasadas consiguiendo sacar de sus entrañas toda la memoria de una generación de la que han sido objeto de deseo. Así recobran su intensidad, a la vez que al espectador le asaltan las ideas (como si ante un cuerpo resucitado se encontrase) de la mortalidad inmediata, del seguro de la muerte o de como algo tan vanal como un viejo móvil o una calculadora nos transporta tantos recuerdos y vivencias. Esta nueva oportunidad de vida es aprovechada para mostrarnos la fragilidad del recuerdo en la actualidad. Del recuerdo informatizado y material, que a su vez nos evoca miles de situaciones y realidades a lo largo de nuestra vida; atrapado dentro de un mísero trozo basura.

Crítica a la exposición "Small Data" de Daniel Canogar.

De esta forma podemos observar cómo toda una sociedad deposita su confianza, sus secretos, su conocimiento y sus recuerdos en un pequeño objeto con muchos cables, que finalmente termina siendo eso: cables, bombillas o teclas. El nombre de la exposición, “Small Data” hace referencia a el conocido como “Big Data”, es decir el conjunto de todos y cada uno de la gran cantidad de datos privados y almacenados para ser manejados por los gobiernos. Reflejando así la ventana que tenemos abierta hacia el exterior (queramos o no) en el momento que utilizamos dispositivos electrónicos.

La malsana dependencia que se desarrolla actualmente hacia la información nos hace permanecer de forma constante conectado, sin poder evitar la sustitución del mundo real por el virtual. Hasta el punto de la formación de “mitos” contemporáneos como el de un mundo controlado por robots, o la inexistencia del mundo, siendo todo una falacia fruto de nuestro pensamiento. De este modo se acaba sobrevalorando todo lo electrónico e informatizado, a la vez que se rechaza lo mundano y lo humano. Como nos muestra la obra de Canogar es lo humano, lo carnal lo que le da sentido a todo ese amasijo de cables, luces y plásticos que sin uso humano quedarían vacíos, sin alma.

Este último criterio también es seguido por el artista en su último trabajo en Times Square, Nueva York, bajo el proyecto “Midnight Moment” llega como invitado a la gran plaza, en cuyas pantallas durante los tres últimos minutos del día se ha proyectado su obra. Aquí se fomenta la participación ciudadana animando a los viandantes a reptar por un croma, grabándolos para más tarde juntar todas las imágenes y así dar la impresión de que una marabunta humana trepa por las pantallas. Esta obra da pie a la colaboración ciudadana, no solo en el arte, sino también en la ciudad, donde en ambas situaciones dejan de ser meros espectadores y se comportan como parte del todo. No es sino una iniciativa que consigue fomentar espíritu colectivo de la ciudadanía basándose en el estímulo descubridor del gateo. Para ello, Canogar se inspira en los inmigrantes que cruzan fronteras buscando una vida mejor.

Para finalizar, como hemos dicho anteriormente toda esta “basura electrónica” nos hace reflexionar sobre el artista contemporáneo, el trabajo con nuevos medios y técnicas ( el vídeo, la performance o la holografía ocupan en el arte contemporáneo en muchos casos el que ocupaban la pintura o la escultura). El artista finalmente se dedica a ensamblar elementos para así transmitir ideas y sentimientos.

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