SEGUNDAS OPORTUNIDADES
Marceli Gadacz Malczak
Con su característico afán de
rebelión, protesta, y mediante la esencia conceptual de su arte plástico, Mateo
Maté nos propone en su nueva exposición
titulada: “La cara oculta de la pintura”, ciertas sugerencias, ideas, para
oponernos, liberarnos de las garras del “gran amo”, (el poder) y reflexionar
acerca de la posibilidad de poder ir más allá de lo establecido.
El
ejemplo que nos presenta en esta ocasión, es el control sobre la producción
pictórica que inició la Academia Francesa en el siglo XVII regulando la
producción de lienzos con tres formatos predeterminados: “figura”, “marina” y “paisaje”.
La respuesta del artista ante dicho control nos lleva hacia los bastidores (estructura
del cuadro). Dichos listones de madera, “marginados”
y “esclavizados” cobran importancia relegando de esta forma al lienzo (como ya
nos tiene acostumbrados Maté en exposiciones como Vía Crucis). Pero, las cosas no acaban aquí, ya que, además, para
poder desplazarnos por la sala y contemplar dichos “pseudo-cuadros” que a
primera vista no nos llaman demasiado la
atención, tenemos, a base de balizas de seguridad (ya utilizadas por el artista
en exposiciones como Área restringida
para elaborar las fronteras de los países y poder así explicar el control,
opresión del Estado, la vigilancia continua a la que nos vemos sometidos), un
laberinto de una única posible salida que tiene cierto paralelismo con las
obras de la pared (la respuesta ante la imposición) y cuyo objetivo no es
únicamente lúdico, es decir, amenizar la visita, sino además nos transporta al
concepto de la vida como laberinto, en la cual se nos tiene controlados, dónde
sólo podemos dirigirnos en una dirección. Por lo tanto, en señal de protesta
(como le ocurrió al propio Maté con la academia de Bellas Artes y la pintura),
se invita al público a perseguir sus metas y, si es necesario, sobrepasar los
muros que nos impiden conseguirlas, dejando a un lado lo “correcto” o lo “más
conveniente” (ser espontáneos y ambiciosos).
Por
último, nos encontramos a la salida del laberinto con lo que el propio artista
cataloga como: “trampa para artistas”. Dicha obra, al igual que los cuadros,
está elaborada a partir de los bastidores que el artista utiliza con un
trasfondo de protesta. Éstos vuelven a tener una “segunda oportunidad” de manos
de Maté y éste convierte la escultura en el símbolo de cómo, en cierta medida,
los pintores a causa de la normalización de los lienzos por la Academia
Francesa, no son capaces de alejarse de la pintura y quedan en cierto modo “atrapados”
y enquistados en dicha especialidad que se vuelve de esta forma poco original y
plana, al igual que la superficie sobre la que trabajan.
En
resumen, con estas “sugerencias” como el
mismo Maté califica a sus obras, en este caso, las de “La cara oculta”,
Mateo con su característico arte contemporáneo conceptual, nos presenta su
idea, vía de escape contra la estandarización de los lienzos en el siglo XVII,
reinventando el concepto de bastidor para liberarlo de su anterior cometido,
manejándolo para demostrar cómo puede un simple listón de madera tener mayor
protagonismo, ser más interesante que un cuadro pintado sometido al poder
establecido. Además, también nos muestra la forma de buscar y elaborar nuestro
propio camino en un viaje que no tiene por qué tener un único destino (como el
laberinto) y como colofón, reivindica el arte contemporáneo mostrando como se
puede crear a partir de lo desechado por la pintura, en este caso, los
bastidores. Se trata, en definitiva, de una nueva muestra de la esencia de Mateo
Maté que, realmente, queda en duda irónicamente, cuando el aludido afirma
respecto a sus obras: “no todo tiene explicación”
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