domingo, 28 de septiembre de 2014

La venganza de las máquinas Lorena Guas


La venganza de las máquinas
Lorena Guas

A  veces mientras trabajas en algo, como me ha sucedido con esta crítica , todo lo que respiras, lees o comes te envía señales sobre el tema. Este sábado mientras leía el suplemento moda de El País, me encontré de bruces nada más abrirla con un artículo de Javier Calvo llamado Fantasmas en Internet. No está en la primera página, está en la última, tengo como costumbre leer la prensa del revés.
En el artículo el escritor explica la cantidad de basura ciberespacial que circula por la Red, exactamente ocupa entre el  20% y 40% de ella.
Sobre basura electrónica reza la exposición Small Data de Daniel Canogar (Madrid,1964) en la galería Max Estrella, artista visual que mezcla disciplinas como la fotografía, el vídeo o la instalación. Reconocido internacionalmente ha trabajado y realizado videoinstalaciones o exposiciones en lugares como Times Square o ciudades como Houston, Washington, Connecticut o Estambul… Una de sus máximas obsesiones es mostrarnos la basura electrónica de un modo bello, casi humano.

En Small Data Canogar recoge todas esas pequeñas memorias de nuestro pasado, las coloca con esmero en pedestales y les da vida a través de proyecciones. Para los que aún no sepan lo que es el término Big Data, se trata de la recopilación de datos de todo tipo que se produce en internet  y ó través de nuestros móviles, cámaras etc. El artista ha querido llamar así al proyecto en honor a la gran base de datos y cómo crítica a la poca privacidad de la que gozamos sabiendo que por la Red hay millones de archivos con datos privados  sobre nosotros que no podemos ocultar ni borrar, y la extrema vigilancia a la que estamos sometidos.
El tema de la obsolescencia parece otro constante en la obra del artista, que se plantea siempre la rapidez con la que nuestro objetos electrónicos se quedan obsoletos y dejamos de utilizarlos. El propio artista siente una angustia personal acerca de la caducidad del ser humano y de uno mismo. El vértigo que todos los no nacidos en la era digital sentimos cada vez que Apple lanza un nuevo artículo, porque un día éramos personas  y al siguiente ciborgs pegados a un Ipad.

La exposición nos hace reflexionar acerca de la cantidad de gadgets que vemos pasar y desaparecer a lo largo de nuestra vida. Esos mismos que nos hacían tan felices y por medio de los cuales nos relacionamos, conocimos gente, nos divertimos... y ahora yacen desperdigados por los cementerios digitales en los que navega el artista para buscar su mercancía, ejerciendo de arqueólogo de nuestro tiempo.

En Small Data Canogar parece que además de recuperar el pasado de todos esos artilugios y cachivaches rotos, estuviese recuperando una herencia analógica que surge de un modo inconsciente del propio artista y ejerce de venganza contra un sistema digital tan feroz y falto de sentimientos. Las proyecciones sobre las trozos electrónicos ya obsoletos recuerdan a las proyecciones que las antiguas ampliadoras de laboratorio hacían sobre el papel fotográfico, que nos parecían tan mágicas.
De un modo maravilloso los antepasados de toda esa tecnología obsoleta parecen renacer, las fórmulas matemáticas proyectadas sobre las calculadoras, las palabras que un día escribieron aquellas teclas de ordenador ahora desperdigadas.

“Aunque no nos dimos cuenta , 2009 fue un año capital en la historia de Internet, por primera vez pasó a tener más usuarios no humanos que humanos. Pero ella misma no lo supo, presumiblemente , ya empezaba a estar embrujada.”
Así termina el artículo de Javier Calvo de El País moda, que indudablemente me hizo reflexionar acerca de la venganza de las máquinas que Canogar ya nos había adelantado.

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