Un
patricio trabajando con la basura tecnológica
Galería
Max Estrella
Rebeca Menéndez López (1º de Historia
del Arte)
Daniel
Canogar, (Madrid 1964), hijo de uno de
los emblemáticos componentes de Grupo El Paso,(1960) y madre
americana, es un artista de la Arquitectura de la Imagen, de la Fotografía, de
las Artes Visuales. A caballo entre Vancouver y Madrid, elabora sus trabajos
con tecnología punta. Habitualmente se trata de obra de muy gran formato que se
expone en espacios públicos, donde pueda apreciarse con claridad no solo el
discurrir de la obra, también la luz, el color y la tecnología.
Inquietante,
efervescente, movimiento calculado con exactitud, iluminación secuencial, utiliza soportes muy tenues, imperceptibles, hay que introducir al espectador en todas las áreas
y formas posibles que permita su
imaginación. Realiza bucles permanentemente que generan un dinamismo en el
color. Debe escudriñar el artificio, su
examen detallado hará que se contamine y entienda la obra.
La
mirada del ser humano solamente se dirige en una dirección, por tanto Canogar focaliza con firmeza los aspectos que quiere
destacar. La saturación de imágenes, ha estudiado fotografía, le ha llevado a
optar por obra permanente, difícil de instalar y mover, prefiere la
permanencia. Marca el tiempo de los procesos.
En
este caso, la Galería Max Estrella, un hiperbólico andaluz, poeta de odas y
madrigales, sacado del teatro del esperpento de Valle Inclán, presenta una obra
pequeña, de carácter doméstico, abarcable, dentro de su idea de estética vanguardista.
Es
el reino de la Basura tecnológica mezclada con Luces de Bohemia.
Plantea
la historia de los diseños de los
diferentes móviles con cascadas de agua que parecen ríos repletos
de estos aparatitos, discurren las carcasas sobre una plataforma plana que se ilumina desde
arriba y hace que broten a borbotones.
El
esqueleto de un scanner, que se mueve lentamente al compás de la música del
rotador que lleva la máquina, acompañada de un haz de luz que cuando se acerca al
final para y vuelve a reiniciarse por sí solo.
Ciudades
microscópicas dispuestas en las unidades de disco duro, iluminadas con leds
donde antes estaban soldados los microchips y sus correspondientes enlaces de estaño, plata,
gemas….
Es
un arte a base de elementos pobres, pero que en su día fueron costosos y su
propia obsolescencia les ha llevado al campo de lo inestimable.
Todas
estas piezas están realizadas en tres unidades, numeradas. El coleccionista lo
sabe y paga por ello.
Proseguimos,
ahora es un personajito, el albañil de
los Game Boy , no ha pasado el tiempo por él, se mueve hoy igual que hace 30 años,
cuando nació, casi parece que se va a caer, pero retoma la dirección y sube
corriendo.
Parece
como si Canogar quisiera dotar a los mandos a distancia una relevancia
insospechada , ya no manda quien detenta el artilugio, ellos solos se han
dotado de poder y actúan sin que nada ni nadie les dé órdenes. Se acabó el
machismo. Ellos solos se auto abastecen y alcanzan el grado de movilidad a su
bola. No hay que pedir, porfa dame el mando. Tienen vida.
Sobre
una mesa de hierro lacado, van apareciendo teclas de ordenador, limpias,
vacias, tabuladores, bloqueos, pausas. No se salen del marco de la propia mesa.
Poco a poco se van iluminando llegando a escribir frases que se confunden con
la ciudad y sus calles. Se pueden apreciar parques, urbanizaciones, puentes,
colegios, todo ello iluminado con unos cañones desde el techo impoluto pintado
todo en blanco. Hay algún foco bañador dispuesto hacia la pared, salpicado a distancia exacta de los demás que
sirven para despistar al visitante y que permita que pueda ver con gusto el suelo gris de
cemento pulido, veteado y rajado por la dilatación del árido.
Una
exposición de arte experimental compuesta
por elementos pobres que se unen para dar
forma y utilidad a una estética especial
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