lunes, 29 de septiembre de 2014

La resurrección de lo obsoleto

Sara García – Alegre (1ºer año Historia del Arte)

Daniel Canogar (Madrid, 1964), es un artista de fotografía, vídeo e instalación, nos muestra una original exposición, “Small Data”, situada en su ciudad de origen. Canogar nos devuelve la tecnología  ya muerta y olvidada, a aquello que, en cierta medida,  ya pocos recuerdan o no han llegado a apreciar.
En ocasiones echamos la vista atrás, a aquellos días en los que el modo que teníamos de comunicarnos era a través de un teléfono fijo, y que esa posibilidad de conexión desaparecía al salir de casa. Eso dio paso a un teléfono grande y pesado que se abría verticalmente para poder así contestar a la llamada. Canogar nos devuelve por un instante hacía esa tecnología ya obsoleta.  
Somos capaces de apreciar la evolución que ha tenido el teléfono móvil con el paso del tiempo, pero que sin miramientos, hemos despreciado cada vez que se avanzaba hacia el siguiente paso. Ahora no es más que chatarra de lo que un día fue, y olvidamos el papel que tuvo en nuestras vidas.
Canogar hace posible que todo tipo de tecnología resurja y vuelva la vida. Como el ave fénix que resurge de sus cenizas. Se ayuda del proyector para dar vida a esas piezas inertes e inánimes, como la luz, como un  soplo de vida de un ente superior.
Nos muestra lo más primario del ordenador, una placa base que ha vuelto a la vida, como si la electricidad volviera a correr por sus venas. Es el principio de  lo que permitirá al ordenador convertirse en lo que es hoy en día, uno de los medios por los que tenemos una conexión ilimitada con el mundo. Nos muestra otra pieza relacionada, unas teclas de un ordenador, viejas e inservibles. Estas piezas se acompañan de frases, pero en definitiva representan un atisbo de lo que un día contaron, haciendo alusión a una llama de la escritura.
A través de una fotocopiadora, en parte irreal, Canogar da su visión de con qué facilidad  se crean los dispositivos electrónicos, haciéndoles pasar uno detrás de otro, una copia del anterior, nada extraordinario, nada de lo que sorprendernos. Estamos acostumbrados a esa rapidez, a esa seguridad de que siempre va haber más y más y cada vez mejor y más moderno que su antecesor. Metiéndonos en un círculo consumista del que hoy en día no hay salida.
¿Qué belleza hay en un conjunto de carcasas viejas? A primera vista ninguna, pero toda esa chatarra, nos muestra a una sociedad que se arrastra y se empujan unas con otras para llegar a ella. Un esclavismo, en ocasionas tan brutal, que recuerda a una lucha entre mendigos por un trozo de pan.
Es curioso como el artista capta a través de unos simples rayos de luz, la facilidad con la que se transmite la información, cómo con un simple clic podemos encender o apagar una televisión o cambiar de canal.  Esa velocidad de micro segundos se puede aplicar hoy en día en casi todos los aspectos de nuestra sociedad,  de cómo queremos todo ahora, ya, en este mismo instante.  Sin darnos cuenta que antes todo era más lento, y en ocasiones más especial. Ahora todo nos aburre, todo está a nuestro alcance y sin hacer el menor esfuerzo.

El ayer ya ha quedado obsoleto, como todos esos móviles viejos, todas esas carcasas rotas. Pero es agradable ver el resultado del que somos parte, es importante que con cada cambio, siempre tengamos en nuestro recuerdo a todos esos aparatos, sin los cuales nuestra vida no sería la misma.

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