Sara
García – Alegre (1ºer año Historia del Arte)
Daniel Canogar (Madrid, 1964), es un artista de fotografía,
vídeo e instalación, nos muestra una original exposición, “Small Data”, situada en su ciudad de origen. Canogar nos devuelve la
tecnología ya muerta y olvidada, a aquello
que, en cierta medida, ya pocos
recuerdan o no han llegado a apreciar.
En ocasiones echamos la vista atrás, a aquellos días
en los que el modo que teníamos de comunicarnos era a través de un teléfono
fijo, y que esa posibilidad de conexión desaparecía al salir de casa. Eso dio paso
a un teléfono grande y pesado que se abría verticalmente para poder así
contestar a la llamada. Canogar nos devuelve por un instante hacía esa tecnología
ya obsoleta.
Somos capaces de apreciar la evolución que ha tenido
el teléfono móvil con el paso del tiempo, pero que sin miramientos, hemos
despreciado cada vez que se avanzaba hacia el siguiente paso. Ahora no es más
que chatarra de lo que un día fue, y olvidamos el papel que tuvo en nuestras
vidas.
Canogar hace posible que todo tipo de tecnología resurja
y vuelva la vida. Como el ave fénix que resurge de sus cenizas. Se ayuda del
proyector para dar vida a esas piezas inertes e inánimes, como la luz, como un soplo de vida de un ente superior.
Nos muestra lo más primario del ordenador, una placa
base que ha vuelto a la vida, como si la electricidad volviera a correr por sus
venas. Es el principio de lo que
permitirá al ordenador convertirse en lo que es hoy en día, uno de los medios
por los que tenemos una conexión ilimitada con el mundo. Nos muestra otra pieza
relacionada, unas teclas de un ordenador, viejas e inservibles. Estas piezas se
acompañan de frases, pero en definitiva representan un atisbo de lo que un día
contaron, haciendo alusión a una llama de la escritura.
A través de una fotocopiadora, en parte irreal,
Canogar da su visión de con qué facilidad se crean los dispositivos electrónicos,
haciéndoles pasar uno detrás de otro, una copia del anterior, nada
extraordinario, nada de lo que sorprendernos. Estamos acostumbrados a esa
rapidez, a esa seguridad de que siempre va haber más y más y cada vez mejor y
más moderno que su antecesor. Metiéndonos en un círculo consumista del que hoy
en día no hay salida.
¿Qué belleza hay en un conjunto de carcasas viejas? A
primera vista ninguna, pero toda esa chatarra, nos muestra a una sociedad que
se arrastra y se empujan unas con otras para llegar a ella. Un esclavismo, en
ocasionas tan brutal, que recuerda a una lucha entre mendigos por un trozo de
pan.
Es curioso como el artista capta a través de unos
simples rayos de luz, la facilidad con la que se transmite la información, cómo
con un simple clic podemos encender o apagar una televisión o cambiar de canal.
Esa velocidad de micro segundos se puede
aplicar hoy en día en casi todos los aspectos de nuestra sociedad, de cómo queremos todo ahora, ya, en este mismo
instante. Sin darnos cuenta que antes
todo era más lento, y en ocasiones más especial. Ahora todo nos aburre, todo
está a nuestro alcance y sin hacer el menor esfuerzo.
El ayer ya ha quedado obsoleto, como todos esos
móviles viejos, todas esas carcasas rotas. Pero es agradable ver el resultado
del que somos parte, es importante que con cada cambio, siempre tengamos en
nuestro recuerdo a todos esos aparatos, sin los cuales nuestra vida no sería la
misma.
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