ESTA “CHATARRA” ESTÁ MUY VIVA
Marceli Gadacz
Malczak
Siguiendo con su línea artística,
estética, Daniel Canogar, componente del
conjunto de artistas “new media” (como el mexicano Lozano-Hemmer) nos
presenta su nueva exposición cuyo título es un alegato de intenciones y
claramente descriptivo: “Small Data” anunciándonos su objetivo de mostrarnos lo
que considera como el legado tecnológico e informático particular: restos de
chatarra electrónica como videoconsolas, escáneres, calculadoras, teclados, etc,
haciendo de contrapunto con el conocido como Big Data (bancos de datos
manejados por corporaciones y gobiernos acerca de nuestras vidas privadas).
Seleccionando minuciosamente los restos encontrados tras una búsqueda por
diferentes chatarrerías y “cementerios” electrónicos como Silicon Valley
durante un largo período de tiempo, los enlaza, a continuación, en una unión
“pseudo-simbiótica” con unas proyecciones digitales cenitales que les permiten
conseguir, “resucitar” en cierta forma, volviendo a ser “funcionales” en
nuestras retinas.
Mediante dicha vuelta a la vida de
los deshechos expuestos por el artista, se nos abren multitud de caminos de
índole ligada, en gran parte, al aspecto, carácter consumista de la población
como: el concepto de “obsolescencia programada”, la desmesurada evolución
tecnológica y las ideas de memoria e identidad (la respuesta emocional,
sentirnos identificados con lo presentado, la recuperación de recuerdos
particulares con nuestros aparatos electrónicos obsoletos), en definitiva, la
pretensión de darnos por aludidos. Y, para o bien o para mal, queriendo o sin
querer, las obras de Canogar nos conmueven. Este es justo el “quid” de la cuestión:
cómo hemos llegado hasta este grado de convivencia con nuestros móviles
(también motivado por la mencionada obsolescencia programada, es decir, la
planificación de las empresas para que su producto tenga una vida útil
determinada), videoconsolas u ordenadores que, a la primera de cambio que los
observamos se nos vienen a la cabeza imágenes que quizás fueron posibles
únicamente gracias a éstos. Por otro lado, se presenta ante nosotros la
paradoja de, cómo algo (televisión, teléfono móvil) tan criticado, calificado
como una especie de “destructor” de relaciones, ha sido protagonista, el
“cupido” de ciertas familias reuniéndolas a su alrededor cuán chimenea en
invierno- puede que sea también lo que se nos ha querido vender- o, en multitud
de ocasiones el salvavidas de relaciones a distancia, siempre con un carácter
moderno y tecnológico de la situación, claro está.
Además de las reflexiones
paradójicas y posibles críticas intencionadas del artista que sonsacamos, no
debemos obviar el carácter nostálgico que nos infunde Canogar ( puesto que él formó parte de la generación que presenció el nacimiento de los primeros móviles y
videojuegos como el Mario Bros) cuyo objetivo no es otro que el de
trasladarnos, hacernos recordar las experiencias vividas con dichos elementos,
llevarnos a rebuscar de nuevo y reciclar momentáneamente televisores, videoconsolas
resucitándolas con un soplido-para quitarles el polvo o “símbolo del olvido”- (haciendo
alusión a la película de Ted Kotcheff: “Este muerto está muy vivo) y, en
sentido indirecto, que nos demos cuenta del porqué, la esencia de dicho problema
que no es otro que- manipulado por la sociedad de consumo para persistir-
nuestra impaciencia, afán de superación, la envidia o la avaricia.
En definitiva, con dicha
exposición queda demostrado y podemos afirmar sin riesgo de equivocarnos, como
en un espacio tan efímero de tiempo, los aparatos e instrumentos creados por la
tecnología se han convertido, salvando las distancias, en los “restos
arqueológicos” del siglo XXI. Por último, cabe destacar, el hecho de que te
guste o no el concepto de arte de Canogar y sus intenciones representadas mediante
dichas piezas tan bien ensambladas con las proyecciones digitales y realmente
“astutas”, éstas no dejan indiferente a nadie, haciendo que nos demos
cuenta de cómo algo tan insignificante
se ha apoderado de nosotros “gracias” a la sociedad de consumo.
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