miércoles, 24 de septiembre de 2014


PONGAMOS QUE HABLO DE MADRID
Patricia Manzano

Estás pisando césped y estás mirando flores. Oyes pájaros y un arroyo al fondo pero estos sonidos pronto se convierten en sirenas de policía y el ruido de las masas. Así nos recibe Ángel Marcos (Medina del Campo, Valladolid – 1955) en su exposición “Alrededor del sueño 4” en el Canal de Isabel II de Madrid. Esta instalación que urbaniza la naturaleza le da la bienvenida al espectador, que de inmediato siente que forma parte de la exposición.
Con recursos audiovisuales, soportes tan inusuales como pueden ser las cajas de cartón y libros a disposición del público, llaman la atención las fotos suspendidas en el aire colgadas de una instalación de acero que recuerda a los rascacielos de las grandes ciudades.
El proyecto arranca en la planta baja, donde hay fotografías de arquitectura de los cuatro lugares del mundo que protagonizan la exposición. Las fotografías nos permiten observar la repercusión que tuvo el cambio de siglo en dichas urbes: La Habana, donde perduran los restos del comunismo, está llena de propaganda política distinta a la publicidad del mundo Occidental a la que estamos acostumbrados; las fotos tomadas en China representan el paso de la tradición al capitalismo y la creación de las ciudades grandes y superpobladas que hay en la actualidad. De nuevo, Marcos se centra en la publicidad que contrasta con la propaganda política de países con una débil libertad de expresión. Nueva York es la máxima representación de la utopía americana, el imperio del consumismo y la personificación misma del sueño americano pero si hay un lugar que brilla por encima del resto es la ciudad de Madrid, que abarca la mayoría de la exposición.
Marcos retrata desde el Madrid más vivo del que escribió Hemingway hasta el “poblachón mal construido” que describió Azaña. El artista inmortaliza lugares míticos como el Templo de Debod y le pide al oso y al madroño que poseen para él pero buscando salirse del Madrid turístico fotografía descampados y lugares marginales. Se establece una relación paradójica entre las calles a las que le dan nombre grandes pensadores y donde hay edificios de diseño que sin embargo están deshabitados o que se consideran indeseables haciendo uso de la ironía para criticar que “estética” no es siempre sinónimo de “funcionalidad”. Es aquí donde se aprecia la dualidad entre el pensamiento y el deseo.
Dado que la capital no es una ciudad con un plano urbanístico uniforme y no hay grandes elementos arquitectónicos esta exposición es una manifestación de contrastes: se fotografían, desde distintas perspectivas, la ciudad monumental y chabolista y lo antiguo y lo moderno pasando de elementos difusos a la nitidez más absoluta.
Ángel Marcos, en su fotografía puramente arquitectónica, amplía la idea de que el hombre es una animal social por naturaleza para concretar que el hombre es un animal urbanita. La exposición encamina hacia el sueño, hacia la ciudad idílica que asociamos de manera inconsciente a las fotos retroiluminadas. No obstante, aunque el sueño se vincula con la utopía de la ciudad idílica, a su vez encarna las pesadillas de todas las grandes ciudades pues el núcleo urbano ya no es un lugar de protección como lo fue antaño. Ahora las ciudades únicamente se conforman en torno a la economía, lo que lleva al auge del consumismo y al sobre exceso de información publicitaria que crean un espacio asfixiante que marca el ritmo de nuestra vida.
Usando la fotografía como máxima represtación del arte, Ángel Marcos presenta fotos muy dispares de cuatro lugares distintos y consigue que veamos el nexo de unión entre ellos acercando al espectador a la ciudad y, a la vez, haciendo que se sienta un extraño en su propia casa.

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