¿Alguien se acuerda de cómo se
sintió al tener en sus manos un teléfono móvil por primera vez? ¿Hemos olvidado
que antes de la play 4 o del iPhone6 hubo una cabeza qué se iba comiendo puntos
en una pantalla sin parar mientras era perseguido por unos fantasmas? Para Ángel Canogar esto no ha caído en el
olvido, tanto es así que ha convertido la tecnología en auténtico arte. Lo que
para el mundo puede ser basura o material obsoleto, este artista ha sabido ver
lo que podía ofrecer, más allá de su uso práctico y material.
Esta exposición no se basa en
crear algo bonito, todas las muestras que hay en la galería tienen, en mi
opinión, un significado distinto e igual al mismo tiempo. La manera en la que
se vuelven a usar todos estos aparatos es, cuanto menos, original y además muy
impactante cuando no conoces nada del autor. Hacer arte con algo roto es un
argumento que muchos podrían usar para arremeter contra esta época en la que
nos ha tocado vivir, donde se podría de calificar de basura iluminada, la época
de las tecnologías, de la creación y de la innovación, la época del “o te
reinventas o te pisan”, un mensaje oculto que nosotros como espectadores
debemos intentar encontrar dentro de las proyecciones. En tiempos pasados las
artes plásticas estaban sometidas a un duro prejuicio y, si carecían de un fin,
estaban mal vistas. Sin embargo con la llegada de los “-ismos” al arte, se fue
evolucionando hacia una conciencia de libertad, pintar por el placer de pintar,
sin intentar tener un significado o una enseñanza. Se había abierto la puerta hacia
una manera diferente de hacer y de crear e incluso de pensar, ideas que saliesen
de la propia cabeza del artista, como en este caso. Aunque el trabajo y la
trayectoria de Canogar tengan un significado, podemos encontrar también creaciones
que no transcienden de lo impresionante, es decir, el nivel de originalidad y
de expresividad artística es tal que no es necesario que tenga un por qué para
existir. En este caso hay guiños al pasado que te hacen sonreír y volver a
sentirte como un niño con ese primer teléfono Nokia o aquella GAMEBOY grande y
pesada que quedaron obsoletos en muy poco tiempo.
El equilibrio entre tener algo
que decir y decirlo de la forma que sea, como usando un escáner roto, es una
rama de la que se encarga el arte contemporáneo. No solo basta con hacerlo, hay
que saber convertir un disco duro en un torno alfarero, o una calculadora en la
pantalla de cuenta atrás de una bomba. Se ha conseguido resucitar a algo que ya
estaba muerto, pasado de moda, obsoleto, y creo que es importante pensar que no
hacía tanto que estos elementos era la novedad, todo el mundo quería tener algo
así en sus manos y sin embargo si ahora nos quedáramos sin impresora y nos
dieran una tan antigua nos llevaríamos las manos a la cabeza.
Tanto
el arte por el arte, como el arte para algo son ejemplos que encontramos en
esta exposición, mostrando también como no solo la tecnología evoluciona, la
cultura también lo hace, y tiene mucho sentido que en pleno siglo XXI, en plena
expansión, en el mayor auge de las tecnologías, haya gente que se dedique a
crear arte con esa herramienta. Daniel Canogar deja claro que para crear algo
impactante no hace falta un pincel, un cincel o las técnicas políticamente correctas,
Canogar impone un arte donde lo real y cotidiano, es decir l tecnología, se
convierta en cultura artística.
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