lunes, 22 de septiembre de 2014

El arte oculto 

Conchi Moraleda Martínez

Mateo maté, tuvo una infancia humilde. Este artista contemporáneo, nació en la década de los sesenta, fue formado en la Escuela de Bellas Artes de Madrid. Él reconoce que veía las cosas se forma ‘sensible’. Con sus obras, intenta hacer ver a los demás otra forma de ver el mundo, otra manera de interpretación. Le interesa conocer lo más cercano.  Tras analizar todo lo que le rodea, su entorno, sus ideas, algunas cobran fuerza y mira cuál es el modo más adecuado para desarrollarlas. A veces, unas ayudan a otras a desarrollarse. Es conocido por la poca tradicionalidad en sus obras. Busca otras formas de ver y de hacer las cosas.
Para su serie de obras, a las que llama ‘la cara oculta’, Mateo Maté recurre a una cita de Foucault en la que éste dice que “Lo Normal se establece como principio de coerción en la enseñanza con la instauración de una educación estandarizada y el establecimiento de la escuelas normales; se establece en el esfuerzo por organizar un cuerpo médico y un encuadramiento hospitalario de la nación capaces de hacer funcionar unas normas generales de salubridad; se establece en la regularización de los procedimientos y de los productos industriales” es decir, lo define como un sistema finalmente graduado a través del cual los individuos se distribuyen y organizan. Es un concepto que se opone a la individualidad. Mateo nos muestra su interés por que miremos las obras desde otros lados y perspectivas, ya que una misma obra se puede interpretar de distintas maneras. También es una mirada al interior de él mismo. En esta colección Maté considera las obras como una cárcel para el artista. Son cuadros ‘castigados’ contra la pared en los que aparece la figura del laberinto, una trampa por la que nosotros, el público, somos conducidos para acercarnos a las obras expuestas. El laberinto se encuentra acompañado por una serie de cuadros, pero estos se muestran al revés, por lo que Mateo quiere resaltar la parte trasera, la cara oculta, lo que no se ve. Hay un laberinto el cual nos conduce hacia las obras.  Es una visión del arte distinta, otra perspectiva en la que el espectador lo podría llegar a relacionar con su propia vida, vista como si fuese un laberinto. La imagen del laberinto no admite la disyuntiva entre intentar salir del laberinto o quedarse en él. Esta figura incluye los dos sentidos: tiene que tener salida y, al mismo tiempo, ha de ser un lugar propicio para perderse.
El elemento del laberinto aparece en la mitología. También en algunas grandes obras de la literatura universal, como son algunas de las siguientes: Apostillas al nombre de la Rosa, El Nombre de la Rosa, El laberinto de los senderos que se bifurca, entre otras. También aparecen laberintos en el Renacimiento y el Rococó, pero estos son 'manieristas' y están bajo un esquema o normas concretas.
Esta peculiar obra, cuyo material principal es la madera, también quiere mostrar cómo con un elemento cotidiano se puede llegar a realizar una obra  arte. Al terminar de pasar por el curioso laberinto, realizado con las balizas de seguridad e la exposición, llegamos a una sala en la que se encontraba una figura ‘arquitectónica’ que resulta ser una trampa para el artista que lo ve y lo observa. También está realizado en el material mencionado anteriormente, la madera, por lo que el artista, cuando visualiza la obra, queda atrapado en esa composición algo laberíntica también. Es una obra sencilla en la que hay que saber mirar en el interior y conocer bien su significado y lo que su artista pretende transmitir a los que visitan la galería.
                                                                                                 




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