El arte oculto
Conchi Moraleda Martínez
Conchi Moraleda Martínez
Mateo maté, tuvo una
infancia humilde. Este artista contemporáneo, nació en la década de los
sesenta, fue formado en la Escuela de Bellas Artes de Madrid. Él reconoce que
veía las cosas se forma ‘sensible’. Con sus obras, intenta hacer ver a los
demás otra forma de ver el mundo, otra manera de interpretación. Le interesa
conocer lo más cercano. Tras analizar
todo lo que le rodea, su entorno, sus ideas, algunas cobran fuerza y mira cuál
es el modo más adecuado para desarrollarlas. A veces, unas ayudan a otras a
desarrollarse. Es conocido por la poca tradicionalidad en sus obras. Busca
otras formas de ver y de hacer las cosas.
Para su serie de obras,
a las que llama ‘la cara oculta’,
Mateo Maté recurre a una cita de Foucault en la que éste dice que “Lo Normal se establece como principio
de coerción en la enseñanza con la instauración de una educación estandarizada
y el establecimiento de la escuelas normales; se establece en el esfuerzo por
organizar un cuerpo médico y un encuadramiento hospitalario de la nación
capaces de hacer funcionar unas normas generales de salubridad; se establece en
la regularización de los procedimientos y de los productos industriales” es
decir, lo define como un sistema finalmente graduado a través del cual los
individuos se distribuyen y organizan. Es un concepto que se opone a la
individualidad. Mateo nos muestra su interés por
que miremos las obras desde otros lados y perspectivas, ya que una misma obra
se puede interpretar de distintas maneras. También es una mirada al interior de
él mismo. En esta colección Maté considera las obras como una cárcel
para el artista. Son cuadros ‘castigados’
contra la pared en los que aparece la figura del laberinto, una trampa por la
que nosotros, el público, somos conducidos para acercarnos a las obras
expuestas. El laberinto se encuentra acompañado
por una serie de cuadros, pero estos se muestran al revés, por lo que Mateo
quiere resaltar la parte trasera, la cara oculta, lo que no se ve.
Hay un laberinto el cual nos conduce hacia las obras. Es una visión del arte distinta, otra perspectiva
en la que el espectador lo podría llegar a relacionar con su propia vida, vista
como si fuese un laberinto. La imagen del laberinto no admite la disyuntiva entre
intentar salir del laberinto o quedarse en él. Esta figura incluye los dos
sentidos: tiene que tener salida y, al mismo tiempo, ha de ser un lugar
propicio para perderse.
El elemento del
laberinto aparece en la mitología. También en algunas grandes obras de la
literatura universal, como son algunas de las siguientes: Apostillas
al nombre de la Rosa, El Nombre de la Rosa, El laberinto
de los senderos que se bifurca, entre otras. También aparecen laberintos en
el Renacimiento y el Rococó, pero estos son 'manieristas' y están bajo un esquema
o normas concretas.
Esta peculiar obra, cuyo
material principal es la madera, también quiere mostrar cómo con un elemento
cotidiano se puede llegar a realizar una obra arte. Al terminar de pasar por el curioso
laberinto, realizado con las balizas de seguridad e la exposición, llegamos a
una sala en la que se encontraba una figura ‘arquitectónica’ que resulta ser
una trampa para el artista que lo ve y lo observa. También está realizado en el
material mencionado anteriormente, la madera, por lo que el artista, cuando
visualiza la obra, queda atrapado en esa composición algo laberíntica también. Es
una obra sencilla en la que hay que saber mirar en el interior y conocer bien
su significado y lo que su artista pretende transmitir a los que visitan la galería.
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