domingo, 21 de septiembre de 2014

La cara oculta de la pintura.
Jonathan Lino Rodríguez (1º Historia del Arte)

El artista conceptual Mateo Maté, quien ha realizado exposiciones como Máxima seguridad, Área restringida, Delirios de grandeza o Nacionalismo doméstico, trae consigo La cara oculta, una exposición cuyo protagonista es el bastidor, pieza que ofrece soporte al lienzo. Si bien se trata de una exposición “árida” al principio, poco a poco va cobrando sentido, y el espectador consigue entender esta curiosa exhibición. A pesar de ser una exposición de pintura, el protagonista, como se ha dicho anteriormente, es el bastidor.

A lo largo de la historia, los artistas han tenido que trabajar bajo unas normas, ya sea en el ámbito de la pintura, escultura o arquitectura, sin permitirles trabajar con completa libertad. Estos cánones limitadores ya fueron “oficiales” con la creación de la Academia Francesa, en el s.XIX. Visto de esa forma, podría decirse que el arte es una “prisión” para el artista.
            
Y esto es lo que ha querido mostrar Mateo Maté. Y si algo llama la atención de su exposición, es la presencia continua de laberintos. Con los lienzos colocados cara a la pared, y dejando la parte del bastidor visible, ha utilizado estas piezas para crear laberintos, sobre los que gira toda la exposición.
            
¿Y por qué laberintos? El laberinto ha sido contemplado y valorado en distintas épocas como un lugar para perderse, para relajarse y meditar. Lo que Mateo trata de mostrar es que la trayectoria del artista en sí es un laberinto. Un laberinto por el que se mezclan todos los estilos, y el artista va pasando por ellos hasta encontrar el suyo propio, aunque algunos tarden más que otros, u otros no lleguen a encontrarlo (“El camino del artista no es una línea recta”).
            
Es destacable también señalar la disposición laberíntica de las barreras separadoras, con el fin de que el espectador se sumerja en la exposición, pueda comprenderla mejor, y que él mismo viva la experiencia del “camino del artista”. No es la primera vez que utiliza de esta forma las barreras, ya que en otra exposición las dispuso de modo que tuvieran la forma de la península ibérica. Pero, si bien este laberinto de barreras puede ayudar al espectador a comprender mejor las obras, también puede hacer que crezca en él el desconcierto o la confusión, puesto que el espectador, al fin y al cabo, está siendo obligado a superar este laberinto si quiere continuar.
            
Y habiendo superado este obstáculo, se encuentra la pieza final: Mateo deja de lado los lienzos, pero la temática es la misma. Una escultura hecha únicamente con bastidores. Con esta enorme pieza, un gran laberinto que puede recordar también a una jaula, cierra su exposición.
           
 De esta forma Mateo Maté critica la “prisión” de la pintura y sus lienzos, objetos que limitan el trabajo del artista y dan a lugar obras cerradas, que no se puedan cuestionar. Lo ideal sería poder contemplar obras abiertas, que den lugar a varias ideas sobre las obras, como en esta exposición.

La exhibición en sí es el reflejo de la trayectoria de un artista, de cómo ellos viven en un laberinto que recorren poco a poco, con obstáculos que estos deben superar para poder seguir avanzando, perdiéndose y experimentando, e incluso retrocediendo, hasta encontrar su meta. Algunos pueden pasar toda su vida recorriéndolo, otros encontrando su estilo, su “meta”, y otros deciden tomar la solución fácil y estancarse en un punto.

En definitiva, esta idea del laberinto puede aplicarse a mucho más que a la pintura: la vida en sí es un gran laberinto, un laberinto que debemos recorrer, en el que debemos perdernos, meditar, superar sus obstáculos, disfrutar de ello y alcanzar nuestra meta.

No hay comentarios:

Publicar un comentario