lunes, 22 de septiembre de 2014

COMO LA CARA OCULTA DE LA LUNA
Cristina Salomé Gil San Martín (1º Grado Historia del arte)

      Mateo Maté, Madrid 1964. Comienza la aventura en NF, anterior galería Nieves Fernández
      Esta exposición “la cara oculta” es una mirada en el interior del artista, una descripción de su presente, de nuestro presente y por qué no un reflejo de la sociedad en la que vivimos, una sociedad estandarizada. Hoy en día el mundo, su gente, su forma de pensar y de entender están condicionados, globalizados y normalizados. No nos atrevemos a innovar. El mundo es un lugar donde no cabe la imaginación, donde A es A y B es B, una cruda realidad donde el arte contemporáneo es un incomprendido, donde una pintura es una pintura, un vaso es un vaso y no hay más. Los artistas pasan a segundo plano y no son valorados, principalmente en el país en el que vivimos.
     Quizá es esto lo que nos quiere dar a entender el autor de la obra, dando la vuelta al cuadro y enseñando la cara oculta de este, sus entresijos, desvelando la parte más íntima del lienzo, donde este pierde importancia, ganándola el bastidor. Es su particular cara oculta de la luna, un mundo entero por descubrir, difícil y tortuoso, con miles de secretos escondidos y en los que nadie se ha atrevido a indagar hasta ahora. Y todo ello completado con una colección de laberintos que ocupan el tema principal de la exposición.
       Un laberinto es sin duda sinónimo de simbología oculta, relacionado con la rosa en la Edad Media por su compleja distribución. El laberinto era símbolo de un camino de iniciación y como todo inicio se caracteriza por la dificultad. Las iglesias Góticas tienen un laberinto en la parte central de la nave principal. Como forma de laberinto tiene también la biblioteca descrita en la novela “el nombre de la rosa”, escenario de misterio, oscuridad y dificultades.
       Una exposición de simpleza estética pero con un gran mensaje, representado en esos laberintos sin salida que dan lugar a una encrucijada, un lugar elaborado para confundir a quien entre en él.
       Mateo Maté deja de lado los cánones seguidos durante años y nos ofrece algo nuevo y fresco por un lado pero duro, árido y espeso por otro.         
       Aunque cabe destacar la complejidad de algunos de los elementos que forman la exposición como “la trampa de artista”, otros llaman la atención por la simpleza de la obra con un mero trabajo de carpintería, dejando ver una clara vuelta de Mateo Maté a los inicios del arte: el arte como oficio y el artista como un mero artesano porque no todo es innovación. La obra en su plenitud va unida a la artesanía y a la carpintería. Basada en el ensamblaje y en la unión de reglones y tablones de madera, una parte muy técnica y pesada que ocupa la mayor parte de la exposición. Simples juegos geométricos y visuales sin mayor complejidad ni agudeza visual.
      Destaca una etapa del artista alejada del pincel, para darle la vuelta al lienzo y trabajar sus entrañas, devastando, cincelando y lijando. Un giro total de 180º para dar a conocer un arte contemporáneo.
     La interpretación de Maté de lo que el arte significa hoy en día en la sociedad o de cómo está entendido y la dificultad para que el artista sea reconocido como tal, está reflejado en la propia galería. Dirigiendo al espectador como un “cordero al matero” a través de un laberinto. Sin dejar libertad al espectador de que interactúe con la obra, dejando que se acerque para ver el detalle o evitando que se aleje para contemplar el conjunto. Una distancia estipulada como estipulada es la visión del arte en este “nuevo mundo” y de la que el autor hace crítica. Un arte que no puede crecer ni divulgarse y que encuentra la salida fuera de las fronteras por la falta de ayuda del Estado, quien sabe…

   

No hay comentarios:

Publicar un comentario