domingo, 28 de septiembre de 2014


TÍTERES DE LA ERA TECNOLÓGICA

Inés Lumbreras

Daniel Canogar (1964), artista madrileño conocido internacionalmente, presenta su última obra en la galería Max Estrella, en Madrid. Esta obra, llamada Small Data, está compuesta por un conjunto de aparatos electrónicos abandonados que el propio Canogar fue a buscar a una chatarrería. Él mismo afirma ser “una bombilla, con su vida, su fecha de caducidad, y que sólo brilla durante un tiempo”.

            La primera impresión que obtenemos al entrar en la galería es de desconcierto, esas paredes blancas, desnudas, sin explicaciones, simplemente el aparato destrozado, que captan nuestra atención con las luces que generan las proyecciones que hay colocadas sobre ellas, que les dan una falsa “vida”. Con esta obra hace referencia a la corta vida de los aparatos electrónicos.

            En realidad, con esta obra, nos abre los ojos para hacernos ver una gran contradicción en la que vivimos la especie humana en esta era tecnológica. Identificamos las nuevas tecnologías y los últimos aparatos del mercado con el futuro, con la prosperidad y la evolución, sin embargo dichos aparatos se convierten en chatarra para nosotros a la mínima que la propia empresa u otra diferente ofrece al mercado uno más avanzado.

                Por otra parte, esta obra te hace recapacitar, pensar e incluso a mí me ha llegado a asustar. ¿Hasta qué punto estamos dejando nuestras necesidades sociológicas en manos de la tecnología?. Durante los últimos años hemos ido guardando en estos aparatos todas nuestras experiencias y nuestra vida tanto individual como colectiva, ya que tenemos la vida y las intimidades de otras personas a tan solo un “click”. Prácticamente pasan a ser nuestra segunda memoria, para que en dos años, o incluso menos, la perdamos y empecemos a construir una nueva memoria en otro aparato.

            Es impresionante como hace diez años la máxima novedad era un móvil del tamaño de un ladrillo y cómo ha ido evolucionando hasta tener un móvil que se dobla, que tiene internet en todos lados, e incluso que nos habla. Yo me pregunto: ¿De verdad esto es sano para el hombre?.  ¿Dónde están las visitas inesperadas, los ligoteos a la cara, las felicitaciones en persona, y lo más importante: la vida privada?

                También es cierto que dichos aparatos nos han facilitado muchas cosas, como la inmediata información que obtenemos en el caso de que pase algo importante, sus respuestas a las preguntas que se nos ocurren yendo en el autobús, pero que sin embargo, no sustituye a las respuestas de biblioteca, ya que internet es un mundo abierto a toda la civilización. Pero no hay que dejar de mencionar como nos escondemos tras dichas pantallas, hasta el punto de llegar a “conocer” a gente tras ellas en vez de a la cara viendo la verdadera sinceridad de la persona.

            Muestra cómo en la sociedad actual mucha gente está vacía, la sociedad intenta generar una vida y un mundo entorno a los aparatos electrónicos, consiguiendo así alejarse de las personas. El apego  que tenemos hacia estos aparatos nos convierte en sus títeres, en gente ermitaña apartada de nuestra especie, dependiendo más de un teclado que de nuestra propia madre, que al final va a ser ella y el resto de personas quién te de ese abrazo cuando lo necesites, ese consejo y ese empujón cuando estés hundido, o simplemente alguien que no te dé una respuesta directa y te debata las cosas haciéndote pensar. De ahí el significado de las proyecciones, una metáfora de la especie humana, que está destrozada, vacía pero muestra una falsa vida. Nos vamos convirtiendo en esa sala blanca, fría, llegando a ser estos aparatos rotos.

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