El secreto del lienzo
Mateo Maté
Andrea Florido Cabrillana (1º Historia del Arte)
Laberintos.
Cuando se llega a la galería NF, lo
primero que se ve son laberintos. Tanto en las paredes como en el
suelo, aparecen estructuras dignas del palacio de Creta. Estos
laberintos, sin embargo, quieren llegar al visitante de la
exposición, quieren transmitir ideas. Ideas como que el arte no ha
de guiar al espectador, representadas con la ironía que puede
resultar el laberinto de catenarias, que te marca un camino
enrevesado para recorrer la sala de exposición, o ideas como la
ruptura de los convencionalismos que establecen las medidas de los
lienzos, dándoles la vuelta a estos, de modo que los bastidores,
soportes del lienzo normalmente, se vuelven el verdadero arte dentro
de la exposición, creando mas laberintos con las estructuras,
recordándonos que para llegar al verdadero significado del arte, hay
que ir por un camino arduo, lleno de recovecos y callejones sin
salida, porque solo así se conseguirá alcanzar el concepto.
La exposición nos adentra en la “parte
que no se ve”, como dijo el propio Mateo Maté, para acercarnos a
este lado del arte que, prácticamente, solo los artistas conocen,
pero que al fin y al cabo, es una parte esencial del cuadro. Sin
poder tensar la tela, el pintor no podría ser capaz de plasmar sus
ideas en el lienzo. Sin embargo, la parte trasera es la gran
olvidada. Incluso “el otro lado” se encuentra contra la pared en
muchos trípticos expuestos en museos, cuando también encontramos
pinturas realizadas por el autor y muchas veces del mismo valor. Sin
embargo, quizás debido a las normalizaciones establecidas por la
academia francesas contra las que se rebela Maté, consideramos que
el arte pictórico ha de ser en dos dimensiones y solo visible por un
lado. Lucio Fontana, a mitad del siglo anterior ya experimentó
curiosidad por transcender el lienzo y ver si había algo más allá
de la tela. Mateo Maté lleva esta acción más allá de rasgar el
lienzo y pone la parte trasera como soporte principal y presenta a
los bastidores como herramienta principal a la hora de crear arte.
No es la primera vez que Mateo Maté
utiliza esta técnica para expresarse. Años atrás ya expuso su Via
Crucis, cuadros dados la vuelta donde los bastidores dibujaban
una cruz y se exponían en una iglesia. También había creado
estructuras solo con los bastidores, una de ellas presente en la
exposición y titulada Trampa de artista.
Sin embargo, al artista reinventa sus propios métodos para hacernos
ver que el mundo artístico es más amplio de lo que los
tradicionalismos nos quieren hacer ver y que, como los laberintos, el
arte puede ser también un lugar donde perderse voluntariamente,
aislándose del mundo, a modo de una suerte de descanso espiritual,
como ya quería hacer ver con Via Crucis,
donde compara el comportamiento ceremonioso religioso con el silencio
reverencial de los museos.
Esta instalación
nos hace reflexionar sobre el concepto actual del arte, que pese a
las innovaciones del último siglo, sigue limitado y oprimido por las
normas; sobre la percepción del arte, donde la mayoría del público
toma un rol pasivo al admirar las obras sin preocuparse por su
verdadero significado, esperando que sea la cartela la que ilumine su
idea sobre determinada obra, en lugar de plantearse el verdadero
significado y sacar sus propias conclusiones; sobre cómo las partes
más marginadas o a las que dotamos de menos importancia y juegan un
papel esencial a la hora de crear, pueden convertirse en la verdadera
creación. En definitiva, una exposición modesta y árida que, al
igual que los cuadros que tiene, hace mirar más allá al espectador
hasta que encuentra su verdadero significado.
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