domingo, 21 de septiembre de 2014

El secreto del lienzo
Mateo Maté
Andrea Florido Cabrillana (1º Historia del Arte)

Laberintos.

Cuando se llega a la galería NF, lo primero que se ve son laberintos. Tanto en las paredes como en el suelo, aparecen estructuras dignas del palacio de Creta. Estos laberintos, sin embargo, quieren llegar al visitante de la exposición, quieren transmitir ideas. Ideas como que el arte no ha de guiar al espectador, representadas con la ironía que puede resultar el laberinto de catenarias, que te marca un camino enrevesado para recorrer la sala de exposición, o ideas como la ruptura de los convencionalismos que establecen las medidas de los lienzos, dándoles la vuelta a estos, de modo que los bastidores, soportes del lienzo normalmente, se vuelven el verdadero arte dentro de la exposición, creando mas laberintos con las estructuras, recordándonos que para llegar al verdadero significado del arte, hay que ir por un camino arduo, lleno de recovecos y callejones sin salida, porque solo así se conseguirá alcanzar el concepto.

La exposición nos adentra en la “parte que no se ve”, como dijo el propio Mateo Maté, para acercarnos a este lado del arte que, prácticamente, solo los artistas conocen, pero que al fin y al cabo, es una parte esencial del cuadro. Sin poder tensar la tela, el pintor no podría ser capaz de plasmar sus ideas en el lienzo. Sin embargo, la parte trasera es la gran olvidada. Incluso “el otro lado” se encuentra contra la pared en muchos trípticos expuestos en museos, cuando también encontramos pinturas realizadas por el autor y muchas veces del mismo valor. Sin embargo, quizás debido a las normalizaciones establecidas por la academia francesas contra las que se rebela Maté, consideramos que el arte pictórico ha de ser en dos dimensiones y solo visible por un lado. Lucio Fontana, a mitad del siglo anterior ya experimentó curiosidad por transcender el lienzo y ver si había algo más allá de la tela. Mateo Maté lleva esta acción más allá de rasgar el lienzo y pone la parte trasera como soporte principal y presenta a los bastidores como herramienta principal a la hora de crear arte.

No es la primera vez que Mateo Maté utiliza esta técnica para expresarse. Años atrás ya expuso su Via Crucis, cuadros dados la vuelta donde los bastidores dibujaban una cruz y se exponían en una iglesia. También había creado estructuras solo con los bastidores, una de ellas presente en la exposición y titulada Trampa de artista. Sin embargo, al artista reinventa sus propios métodos para hacernos ver que el mundo artístico es más amplio de lo que los tradicionalismos nos quieren hacer ver y que, como los laberintos, el arte puede ser también un lugar donde perderse voluntariamente, aislándose del mundo, a modo de una suerte de descanso espiritual, como ya quería hacer ver con Via Crucis, donde compara el comportamiento ceremonioso religioso con el silencio reverencial de los museos.


Esta instalación nos hace reflexionar sobre el concepto actual del arte, que pese a las innovaciones del último siglo, sigue limitado y oprimido por las normas; sobre la percepción del arte, donde la mayoría del público toma un rol pasivo al admirar las obras sin preocuparse por su verdadero significado, esperando que sea la cartela la que ilumine su idea sobre determinada obra, en lugar de plantearse el verdadero significado y sacar sus propias conclusiones; sobre cómo las partes más marginadas o a las que dotamos de menos importancia y juegan un papel esencial a la hora de crear, pueden convertirse en la verdadera creación. En definitiva, una exposición modesta y árida que, al igual que los cuadros que tiene, hace mirar más allá al espectador hasta que encuentra su verdadero significado.

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