lunes, 29 de septiembre de 2014

Atención: Todos los datos guardados se perderán.
Jonathan Lino Rodríguez (1º Historia del arte)

Todo el mundo ha jugado alguna vez a los videojuegos. Unos más que otros, hay quien lo hace para pasar el rato, y quien los mira como un medio de escapar de su asfixiante realidad. Las personas crecen con ellos, conviven con ellos, y hasta puede que lleguen a desarrollar algún tipo de afecto por ellos. Junto a ellos, muchos han vivido aventuras distintas: ya sea viajar a un mundo futurista, luchar contra un gobierno opresor, salvar el mundo o destruirlo, etc. En resumen, hemos pasado días y días con esos personajes; hemos descubierto sus defectos y sus virtudes; les hemos ayudado a cumplir su misión, y hemos llegado a quererles.

Pero, ¿qué pasa cuando de pronto se borra la partida guardada? Todo lo vivido hasta ese entonces, se pierde. ¿Qué quedaría de ese mundo creado? Nada. ¿Qué quedaría de los personajes con los que hemos vivido la aventura; sus vidas, sus recuerdos, sus sueños? Nada. Nada es lo que queda cuando esa partida guardada se borra o ese juego se rompe. Somos destructores de una pequeña realidad, cuyos fragmentos acaban en ninguna parte, y a la vez, destructores de una parte de nosotros.

Eso es lo que ha querido demostrar Daniel Canogar con la exposición Small Data en la Galería Max Estrella. Vertederos, chatarrerías, montones de desechos… Cementerios donde reposan los vestigios de objetos no deseados. El artista se ha valido de estos lugares para preparar esta exposición, donde el material que la protagoniza no es desconocido y que actualmente forma un papel indispensable en la sociedad actual: aparatos electrónicos.

Desde aparatos electrodomésticos hasta teléfonos móviles, ordenadores, impresoras, televisores o consolas. Actualmente la tecnología es algo que no escasea. Ya sea en casa, en la calle o en cualquier parte, la tecnología está presente. Su aparición ciertamente ha ayudado al avance de la humanidad, así como ha facilitado sus vidas. Podría considerarse, en definitiva, la ayuda que hará evolucionar a la humanidad. Pero ahora es cuando se presenta el problema: cada poco tiempo aparece algún elemento nuevo, que reemplaza al viejo y lo sume en el olvido.

Educados en un mundo donde se ha impulsado el consumismo irrefrenable, y a través de anuncios, revistas y otros tipos de publicidad, estamos casi obligados a comprar aparatos nuevos para olvidarnos de los antiguos.

Con esta exposición, lo que Canogar ofrece es la oportunidad de ver lo que queda con esos residuos que tiramos por comprar unos nuevos, aún funcionando. Un teclado, un teléfono móvil, incluso un mando a distancia, tienen una parte de nosotros mismos. Objetos tan cotidianos, y que hemos usado a diario, que con el tiempo acaban formando parte nuestra, ya sea por los mensajes que se han enviado, las teclas que se han pulsado, los números marcados, etc. Estos aparatos acaban conteniendo momentos por los que hemos pasado en algún hecho puntual, y que, al desecharlos, estamos desechando también, se alguna manera, todos esos recuerdos almacenados.


En definitiva, lo que esta exposición ofrece, por medio de la proyección sobre los elementos que la componen, ser capaz de ser testigos de cómo nuestros recuerdos almacenados en estos objetos desechados van aglutinándose, formando un torrente que progresivamente va desapareciendo hasta no quedar nada. Si bien esto demuestra que la tecnología ocupa un lugar importante para la sociedad actual, también la sociedad debe ser capaz de impedir que la tecnología no consiga que las personas se ocupen únicamente de este tipo de bien que puede ser tanto confidencial como destructivo. Debe ser la humanidad quien mantenga controlada la tecnología, y no la tecnología quien domine a la humanidad.

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