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datos guardados se perderán.
Jonathan Lino Rodríguez (1º
Historia del arte)
Todo el mundo ha jugado alguna vez a los videojuegos. Unos
más que otros, hay quien lo hace para pasar el rato, y quien los mira como un
medio de escapar de su asfixiante realidad. Las personas crecen con ellos,
conviven con ellos, y hasta puede que lleguen a desarrollar algún tipo de
afecto por ellos. Junto a ellos, muchos han vivido aventuras distintas: ya sea
viajar a un mundo futurista, luchar contra un gobierno opresor, salvar el mundo
o destruirlo, etc. En resumen, hemos pasado días y días con esos personajes;
hemos descubierto sus defectos y sus virtudes; les hemos ayudado a cumplir su
misión, y hemos llegado a quererles.
Pero, ¿qué pasa cuando de pronto se borra la partida
guardada? Todo lo vivido hasta ese entonces, se pierde. ¿Qué quedaría de ese
mundo creado? Nada. ¿Qué quedaría de los personajes con los que hemos vivido la
aventura; sus vidas, sus recuerdos, sus sueños? Nada. Nada es lo que queda
cuando esa partida guardada se borra o ese juego se rompe. Somos destructores
de una pequeña realidad, cuyos fragmentos acaban en ninguna parte, y a la vez,
destructores de una parte de nosotros.
Eso es lo que ha querido demostrar Daniel Canogar con
la exposición Small Data en la
Galería Max Estrella. Vertederos, chatarrerías, montones de desechos…
Cementerios donde reposan los vestigios de objetos no deseados. El artista se
ha valido de estos lugares para preparar esta exposición, donde el material que
la protagoniza no es desconocido y que actualmente forma un papel indispensable
en la sociedad actual: aparatos electrónicos.
Desde aparatos electrodomésticos hasta teléfonos
móviles, ordenadores, impresoras, televisores o consolas. Actualmente la
tecnología es algo que no escasea. Ya sea en casa, en la calle o en cualquier
parte, la tecnología está presente. Su aparición ciertamente ha ayudado al
avance de la humanidad, así como ha facilitado sus vidas. Podría considerarse,
en definitiva, la ayuda que hará evolucionar a la humanidad. Pero ahora es
cuando se presenta el problema: cada poco tiempo aparece algún elemento nuevo,
que reemplaza al viejo y lo sume en el olvido.
Educados en un mundo donde se ha impulsado el consumismo
irrefrenable, y a través de anuncios, revistas y otros tipos de publicidad,
estamos casi obligados a comprar aparatos nuevos para olvidarnos de los
antiguos.
Con esta exposición, lo que Canogar ofrece es la
oportunidad de ver lo que queda con esos residuos que tiramos por comprar unos
nuevos, aún funcionando. Un teclado, un teléfono móvil, incluso un mando a
distancia, tienen una parte de nosotros mismos. Objetos tan cotidianos, y que
hemos usado a diario, que con el tiempo acaban formando parte nuestra, ya sea
por los mensajes que se han enviado, las teclas que se han pulsado, los números
marcados, etc. Estos aparatos acaban conteniendo momentos por los que hemos
pasado en algún hecho puntual, y que, al desecharlos, estamos desechando
también, se alguna manera, todos esos recuerdos almacenados.
En definitiva, lo que esta exposición ofrece, por
medio de la proyección sobre los elementos que la componen, ser capaz de ser
testigos de cómo nuestros recuerdos almacenados en estos objetos desechados van
aglutinándose, formando un torrente que progresivamente va desapareciendo hasta
no quedar nada. Si bien esto demuestra que la tecnología ocupa un lugar
importante para la sociedad actual, también la sociedad debe ser capaz de
impedir que la tecnología no consiga que las personas se ocupen únicamente de
este tipo de bien que puede ser tanto confidencial como destructivo. Debe ser
la humanidad quien mantenga controlada la tecnología, y no la tecnología quien
domine a la humanidad.
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