viernes, 26 de septiembre de 2014

¿TE ACUERDAS DE AQUEL NOKIA QUE PARECÍA UN LADRILLO…?
Cristina Montenegro Antón

 
Daniel Canogar, nacido en Madrid en el año 1964, centra su trabajo en la fotografía, los audiovisuales y el installation art, que se basa en la creación de objetos tridimensionales que tienen como objetivo transformar la percepción del espacio. La nueva exposición que nos trae a Madrid se titula Small Data, y se encuentra situado en el patio interior de un antiguo edificio del centro de la ciudad. Se trata de un espacio curioso, una galería que se aleja mucho de lo que el espectador se imagina cuando va camino de ella. Las paredes totalmente desnudas y el hecho de que no haya absolutamente ningún letrero o texto explicativo, dan una sensación totalmente desconcertante e invitan al público a preguntarse si de verdad merece la pena. Pero en el mundo de Small Data hay que adentrarse un poco más para saber apreciarlo; y, aunque dista mucho de entrar en el concepto de arte tal y como lo conocemos, debemos darle una oportunidad, e incluso revivir momentos de nuestra propia vida.

Parece que Canogar se ha dedicado últimamente a visitar desguaces de tecnología y, por qué no, a buscar en su sótano; con el objetivo de recolectar piezas antiguas de teléfonos móviles, ordenadores, consolas, etc. que han quedado olvidados para siempre. ¿Para siempre? Cuando entramos en la galería Max Estrella y nos quedamos de pie bajo esa luz tenue, nuestra vista se desvía a las distintas zonas que parecen animadas por un efecto de luces y colores que nos atraen. Y cuando nos acercamos y vemos un trozo de ordenador roto o una pantalla de móvil fuera del dispositivo; todo viejo y obsoleto, nos preguntamos, ¿y toda esta chatarra?

Pues toda esa basura tecnológica que Canogar ha encontrado en su desván no son más que las piezas que forman parte de su vida pasada; y por qué no, también de la nuestra. Piezas de dispositivos electrónicos que ahora mismo no tienen una función útil; pero que si miramos más allá, y nos adentramos en el recuerdo, podremos rememorar aquellos momentos pasados de la infancia. Jugando con nuestras Game Boy; hablando con nuestros amigos por nuestro primer móvil, que generalmente era un Nokia del tamaño de un ladrillo; cuando nos enseñaron a utilizar el ordenador, y no podíamos despegarnos de él para hablar a través del Messenger. Y todo esto sigue vivo en nuestra memoria; una memoria que es tanto individual como colectiva, ya que forma parte de una época que compartimos con las personas más cercanas a nosotros.

Canogar, decide dar un paso más; y no solo mantiene vivo el fuego de su memoria, sino que también quiere darles vida a estos objetos, que parece que se muevan encima de sus estanterías. Lo consigue, a base de un laborioso trabajo de edición de video; que se desarrolla acorde al objeto por medio de una proyección que se encuentra justo encima. Las piezas encajan perfectamente, dándole a la escena una sensación de movimiento brutal; como las letras y números que se escapan de sus botones, o Mario Bros queriendo seguir la partida más allá de ese trozo de cristal.

Y es que, aunque no nos demos cuenta, y más en estos tiempos que corren, mantenemos una relación muy íntima con nuestros dispositivos electrónicos. Suena de coña, pero es así. Nos asustamos cuando no palpamos el móvil en el pantalón y vigilamos de forma constante la funda del portátil cuando estamos en un sitio público (y sí, aparte de hacerlo por el cariño que les tenemos, también es porque suelen ser bastante caros; y el dinero es el dinero). Pero, ¿a quien no le da pena deshacerse de su ladrillo? Yo, lo sigo guardando.

No hay comentarios:

Publicar un comentario