Es algo muy curioso cómo nuestra visión del Arte
puede ser en ocasiones tan pequeña como
una aguja en un pajar, de cómo nos cuesta expandir nuestra mente y buscar una
forma nueva y novedosa de ver una obra de Arte. Ser capaces de convertirnos en
dos personas de pie mirando lo mismo pero desde distintas perspectivas. Uno en
ocasiones busca entablar una conexión directa con la obra que está observando y
no se para a pensar que muchas veces no tiene que haber una conexión ni directa
ni externa, se busca simplemente, una respuesta.
Mateo
Maté (1964, Madrid) nos da una visión real, profunda y un tanto perturbadora con su
exposición “La cara oculta” una forma de ver la otra cara del arte.
Las
cosas no son siempre lo que parecen, ¿Por qué un cuadro tiene que representar
un hecho, un pueblo, un pensamiento? ¿Qué pasaría si lo que está hacia arriba
lo pusiéramos en la dirección contraria? ¿Nos seguiría pareciendo una obra digna
de ser admirada? Todas las respuestas a
estas preguntas las dejo al juicio del lector, pero Mateo Maté ya ha contestado
a algunas de ellas. Rompe con lo establecido y da la vuelta a su obra,
castigándola, revelando el otro lado de la misma, lo que nadie ve. Enseñando
que la belleza puede estar en las dos caras de una misma moneda.
Muestra
unas obras sin un principio y sin un final, dándonos la capacidad de dejar libre nuestra mente a través de esos
laberintos, ocultándonos en ellos, dejando vagar nuestra consciencia hasta que
queramos encontrar un sentido o simplemente darnos cuenta de que no hay un
sentido. Desde la antigüedad, el laberinto ha sido un modo de diversión, de perderse en
uno mismo e incluso de pánico al no encontrar una salida o en definitiva, una
respuesta.
Mateo
Maté se ayuda del simbolismo, esos pequeños laberintos que podrían mostrar en
una de sus múltiples visones, el caos en estado puro como un reflejo de la
sociedad actual. Centra su mirada en la
península de España como motor inspirador de parte de sus obras. Nos da una
imagen de la península, política- haciendo alusión al fuego- dulce, suave, una visión
mundial de España en su trayectoria. Maté muestra una guerra constante con el Arte
y el Arte emerge como respuesta vencedora.
Todo
puede ser un camuflaje, un juego visual, una doble visión de una misma cosa. El
artista nos enseña como él mismo, en ocasiones, se encuentra encerrado en su
propia prisión, en la prisión de lo convencional, la prisión de lo establecido,
de lo aceptado socialmente. Todas esas “espinas” que uno siente y que muchas
veces no consigue eliminar, van bloqueando la libertad de sentir sin límites.
En
esta ocasión, Maté centra parte de su obra en la escultura, rompe con la idea
de idealizarla y la lleva un grado más allá, una respuesta más profunda de lo
que la propia escultura nos puede transmitir de primera mano. Podemos encontrar
arte en las cosas más cotidianas y siendo un campo tan amplio de posibilidades,
las respuestas son infinitas también. Todo depende de la visión y de lo atenta
que esté nuestra mirada para encontrar la belleza o la fealdad en algo tan
sencillo como una simple tela sobre un bastidor, dejando que nuestra idea preconcebida
por los dogmas impuestos de nuestra sociedad muera en el mismo instante en el
que entramos por la puerta de una galería de arte.
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